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Jorge Arevalo Y Victor Vasquez / Comunidades en nuestro medio (1 de 3)

“binomio Estado y Dirigencias, construyen la pobreza y la depredación de sus recursos”


El Perú, es un país poblado de comunidades campesinas, nativas e indígenas, con autonomía administrativa interna, reconocida por la propia Constitución Política del Estado. En función del territorio, pueden ser clasificadas en pequeñas, medianas y grandes, sin embargo, en muchas de ellas se alberga y reproduce la pobreza.


En su administración son variopintas, al punto que, en la mayoría de este tipo de organizaciones, los que residen fuera del territorio de la comunidad, acuden a votar en los procesos electorales internos y cuando llega una empresa minera, reclaman tener los mismos derechos que los que despiertan, trabajan, duermen y sufren las penurias del abandono del Estado y, del aprovechamiento de sus malos dirigentes de su comunidad.


El gran error, de los mal llamados partidos políticos de Izquierda y Derecha es el de haber “utilizado”, “manipulado” a las comunidades campesinas y nativas con fines netamente políticos, considerándolas como bolsones de votos, con propósitos electorales. La politización al interior de las comunidades, generada por los propios “partidos” políticos, ha generado divisiones insalvables, que se expresa en pugnas entre clanes familiares y caudillos de anexos o sectores. Hablar de reconciliación, es como recordarle la madre, al cura de la capilla abandonada.


La “unidad comunal”, de la que tanto hablan los de izquierda no existe, son tales los enfrentamientos en su interior, al punto que muchas se encuentran paralizadas, y con demandas judiciales por más de tres décadas, como es el caso de “la gloriosa Comunidad Campesina de Sechura”, en Piura. No les sirve de mucho, tener inscritas como su propiedad a un extenso territorio, sino se organizan para el aprovechamiento de cada una de las zonas o sectores, teniendo en cuenta las ventajas y de esa manera revertir la pobreza con la que conviven por años.


Un segundo enfrentamiento, es entre comunidades vecinas, por los asuntos de linderación (linderos que delimitan su propiedad), ninguna cede y prefieren iniciar juicios que, conociendo la velocidad y corrupción de nuestro aparato de justicia, los únicos ganadores son los abogados de ambas partes. Cuando les preguntas por el valor del área en conflicto, te responden que es posible que tenga un valor de mil soles, pero prefieren el juicio donde van a perder tiempo y a gastar de cincuenta, a cien mil soles, porque lo que está en juego, en apariencia es un pedazo de territorio - pero en el fondo - es sentirse orgullosos de no haber cedido.


Aquí se refleja una tara permanente de nuestra sociedad rural, nos forman y pre disponen desde el hogar, para el enfrentamiento. El conciliar, el evitar el conflicto es sinónimo de debilidad y se pasa al campo de los mal vistos. Y muchos abuelos que los criaron a la antigua, les enrostran permanentemente a los nietos, ese acto de debilidad entre comillas.


La comunidad campesina como tal, no está impedida de formar sus empresas comunales con fines productivos, de comercialización y transformación, para relacionarse de mejor manera con el mercado. Pero no lo hacen, porque prefieren elegir como directivo de la comunidad, al que tiene habilidades de tramitador – léase papeluchero o aquellos supuestos gestionadores de apoyos públicos.


La elección de las juntas directivas, no está en función de un plan de desarrollo comunal, que contempla el corto, mediano y largo plazo. Cada junta directiva establece su rumbo, lo que profundiza un círculo vicioso de constantes retrocesos para los comuneros, pero si es oportunidad de enriquecimiento para las dirigencias.



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