Si bien es cierto, todos los peruanos y particularmente el sector salud, estamos abocados a enfrentar la crisis COVID19 y parecería que no habría cabeza para nada más; es importante darse tiempo para sacar lecciones de esta y de anteriores experiencias no procesadas adecuadamente, para reflexionar sobre el mediano y largo plazo para construir el futuro sistema de salud desde una nueva perspectiva disruptiva y radicalmente distinta a la actual. Porque se podría tender a pensar, equivocadamente que el futuro se resuelve sólo con más presupuesto público. Debemos recapacitar que eso es el peor error que se puede cometer, pues sería lo mismo que hoy se hace, pero a una escala más grande y eso nos mantendría en una tremenda vulnerabilidad, con los efectos económicos y sociales que hoy estamos padeciendo. Valga sólo tener presente el reciente pronunciamiento de Diospi Suyana para indignarnos frente a la disfuncionalidad del sistema de salud pública y la imperiosa necesidad de una profunda reforma.
De ahí la importancia que el sector salud, se decida a crear su laboratorio de innovación sectorial como un gran centro colectivo público-privado de reflexión, para la creación de nuevos enfoques, conocimientos, metodologías y herramientas y sobre todo un nuevo modelo organizativo institucional. De tal forma que el propio Estado a través del sector salud, se convierta en el líder y gran movilizador social de la innovación sectorial en un sentido amplio, a partir de la creación, adecuación, incorporación y divulgación de nuevos enfoques y conocimientos. De tal manera que se introduzca nuevas técnicas sociales de gestión y capacidades profesionales y técnicas para asumir el reto de conducir un nuevo esquema de relaciones entre el estado, los proveedores de servicios de salud y la sociedad. Es momento de dejar enfoques como el “aseguramiento en salud universal” que domina el sector, pues no tienen cabida para enfrentar crisis como la que Perú está viviendo.
Desde la experiencia en el fomento de sistemas de innovación en otros sectores se pueden introducir algunos criterios y principios que pueden ser de mucha utilidad para construir una nueva teoría de cambio del sector salud, orientada a elevar su capacidad de innovación, para gestar un nuevo paradigma sistémico.
Una idea sustancial es incorporar el enfoque de la complejidad para entender los problemas y retos en todas las dimensiones que están involucradas, de forma tal que se encaren estos desde un punto de vista interdisciplinario -es decir, salud en todas las políticas- y más aún transdisciplinario. Se trata de dejar enfoques que tienen un sesgo unilateral y estrecho que lamentablemente hoy dominan el sector. Por cierto, esto es más fácil decirlo que implementarlo pues, como es natural, la cultura institucionalizada y los intereses establecidos, son un factor de inercia y por ende de incapacidad para encarar a cabalidad y de manera integral y radical, como amerita enfrentarse esta crisis y las que se puedan venir en el futuro.
En consonancia con lo anterior es esencial adentrase en el enfoque de sistema nacional de innovación en salud. Eso significa, asumir el reto de fomentar una gran convocatoria social multi-actor que comprometa a la academia en su aporte a la investigación pero también a la formación de profesionales y técnicos con nuevas competencias, a los proveedores directos de los servicios de salud sean públicos o privados a todo nivel, los articuladores que apoyan en la divulgación, vulgarización de información y conocimiento relevante, a las diferentes instancias públicas que dan soporte, político, financiero, organizativo y de conducción, y la propia sociedad que se puede involucrar de manera mucho más directa y activa en la construcción del sistema de salud de la comunidad y no restringirse a preocuparse de su salud individual. Todos ellos orientándose a la interacción colaborativa público-privada para desarrollar nuevos conocimientos relevantes para acelerar la capacidad de innovación, en todos los planos, desde el nivel macro al microsocial. Pero también en todas las dimensiones social, cultural, tecnológico, institucional y organizativo y político. En ese sentido, intensificar la colaboración y articulación público-privada con una gran movilización social se convierte en un imperativo.
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