Inés Carazo / Jorge Bergoglio, Papa Francisco
- Inés Carazo
- 27 abr
- 4 Min. de lectura

Ha muerto un hombre valiente y un referente no solo religioso para los católicos sino para diversos credos y un referente también político y cultural.
El Papa Francisco impulsó desde el Vaticano una agenda y un legado que abarca diversos problemas que enfrenta el mundo como la guerra, las migraciones, el cambio climático, la homosexualidad, la pobreza y la deuda externa.
Recuerdo el 13 de marzo de 2013, en una sesión de directorio del Instituto Tecnológico de la Producción cuando nos enteramos que un argentino Jorge Bergoglio era proclamado como Papa Francisco y como máxima autoridad de la Iglesia católica.
Bergoglio, como yo, era porteño nacido en el barrio de Flores de la Ciudad de Buenos Aires. Yo lo había conocido en el Colegio Máximo San Miguel cuando el terminaba su formación y yo trabajaba en el Centro de estudios geoheliofísicos dependiente de los jesuitas, donde mediamos la intensidad de la radiación solar y sus efectos. Bergoglio era técnico químico y solía visitarnos.
El Papa Francisco se convertiría en poco tiempo en uno de los máximos referentes no solo religioso sino político, y cultural a nivel mundial. Una luz de esperanza- como él llama a su autobiografía, que nos deja como legado en un escenario mundial en el que la crisis de figuras referentes evidente, y hay un renacimiento de ideas que podríamos definir como conservadoras en buena parte de los países.
Vivimos un momento en el Perú y en el mundo en que el poder económico se concentra en pocos mandos y donde la sobreexplotación de los recursos naturales y sus efectos en el cambio climático y la distribución del ingreso no se detienen.
Francisco desde sus inicios como Papa Planteo desde el Vaticano una agenda destinada a exponer con sinceridad y crudeza los problemas y del mundo. Salió de Roma a Lampedusa, y generó un encuentro con los inmigrantes ilegales que llegan a Europa buscando una tabla de salvación. En ese entonces los llamó “los descartados del sistema”, hoy descartados por Trump en EEUU.
Sus posiciones nos quedan en su autobiografía o legado llamada Esperanza y en sus discursos y alocuciones públicas, pero también en sus gestos y en la relación con la gente que se evidenció en su visita Perú, en particular con los indígenas amazónicos en su visita a Madre de Dios.
Creo que sus palabas se sistematizan en dos de sus encíclicas:
En “Laudato si” enfatiza el “cuidado de la casa común” y nos plantea la corresponsabilidad de todas y todos en el cuidado del mundo en que vivimos. Denunció que las consecuencias del cambio climático son ocasionadas por el modelo económico dominante, al que criticó con dureza basado en fundamentos y precisión técnica.
En “Fratelli tutti”, nos habla sobre la sociedad y la convivencia y en la necesidad de la fraternidad entre las personas, la advertencia sobre las migraciones masivas, los pobres, los migrantes y otros descartados del mundo, condenando las guerras hoy tan presentes, y su incalculable capacidad destructora.
Francisco propone en ambas encíclicas y en el libro Esperanza la “cultura del encuentro”, tan necesarias en un país fraccionado como Perú, proponiendo un diálogo en la diferencia y entre diferentes, como manera de crear y definir alternativas a los problemas actuales, al impacto del cambio climático, al hambre y a los modelos económicos y políticos dominantes.
Francisco repitió sin descanso estas ideas en cientos de encuentros tanto con dirigentes, autoridades y jefes de Estado de todo el mundo como con los líderes de las religiones monoteístas. O con jóvenes o comunidades. Tenía el convencimiento de la necesidad de contribuir a la construcción de alternativas de paz en un escenario en el que nos enfrentamos a una nueva guerra mundial que se alimenta de pequeños o medianos conflictos armados de orden regional por motivos territoriales, étnicos, raciales o económicos.
El papa Francisco involucró a la estructura institucional de la Iglesia cambiando procedimientos o reglas de juego y también personas en el mismo Vaticano. Y haciendo que la Santa Sede y la Academia Pontificia de Ciencias desempeñaran un papel activo en los roses internacionales y en los organismos multilaterales y en los debates sobre el cambio climático, las migraciones o la deuda externa. Promovió que la Iglesia católica se comprometiera –no siempre con éxito– en mediaciones frente a conflictos como el de Rusia y Ucrania e Israel y Palestina o al del bloqueo que ejerce Estados Unidos a Cuba buscando disminuir el impacto que implica el bloqueo.
Francisco fue un líder en defensa de los derechos humanos y vocero en especial de los pobres y descartados. Para ello buscó una alianza con los movimientos sociales de todo el mundo, empoderándolos en sus reclamos y buscando una iglesia más sinodal con participación de los fieles y proponiendo cambios en la iglesia católica, denunciando y sancionando abusos, de pedofilia como los que se dieron en Perú y de corrupción financiera. Francisco reformó el funcionamiento de la curia, estableció sanciones y promovió un debate para una «iglesia de puertas abiertas», incorporando a las mujeres a los puestos de mando y acogiendo también a los homosexuales y a las diversidades de género.
Su muerte, su legado y la designación del próximo papa abre la pregunta de si esta renovación de la Iglesia católica y la renovación y la perspectiva humanista basada en derechos de la que ha sido abanderado el papa Francisco tendrá continuidad luego de la elección de un nuevo pontífice. Será suficiente que el cónclave elector incluye a un grupo de cardenales designados por Francisco afines a las ideas y las propuestas sembradas por él. Pido a Dios que así sea para lograr los cambios que requiere no solo la Iglesia católica sino la sociedad y la humanidad y este querido Perú.
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