Las pérdidas de empleos e ingresos en casi todos los sectores y en todas las regiones en especial en las microempresas y el sector informal urbano han superado las previsiones. Los primeros incentivos del estado a la población vulnerable registrada por el MIDIS o el programa Juntos no llegaron al sector informal y a las microempresas. Los primeros apoyos financieros se adjudicaron a las empresas medianas y grandes y a unas pocas Mypes la mayoría ya bancarizadas.
Estos estímulos han sostenido alguna demanda de alimentos y artículos de higiene y sumadas a la recuperación de la minería, la pesca, la construcción y algunas cadenas de restaurantes ayudarán a la recuperación del PBI pero no de un enorme porcentaje del empleo que trabajaba con precarios contratos en las microempresas y muy baja productividad laboral que pese a que representan más del 80% de las empresas cuentan con pocos trabajadores formalizados o en la informalidad estimada en el orden del 70% del empleo.
Se estima que seremos uno de los países de la región con la mayor caída del PBI estimado por la CEPAL y otras entidades en -12% para el 2020 y ojalá se pueda crecer a +7% del PBI para el bicentenario de la independencia. Der ser así recuperaríamos recién en el 2023 los indicadores macroeconómicos de fines del 2019 y podríamos nuevamente reducir los niveles de pobreza y pobreza extrema que han aumentado en estos meses de inactividad productiva y contribuido al retorno de muchos provincianos a sus lugares de origen buscando nuevas oportunidades.
Volver a crecer supone mejorar las exportaciones que cayeron enormemente salvo en ciertos alimentos no tradicionales y ser muy exigentes en la calidad y complementariedad de las importaciones. Pero la calidad de vida de la población depende de tener lo que se llama empleos decentes. Otro elemento reactivador es la inversión privada; sin embargo, como país no estamos dando las mejores señales de continuidad al estar entrando en una etapa de incertidumbre electoral, se hace muy difícil que esta inversión sea decisiva.
Queda entonces el gasto y la inversión pública como herramientas para la reactivación, pero sabiendo que el déficit fiscal tiene un límite ya que, al mismo tiempo, necesitamos mantener la estabilidad de precios y del tipo de cambios que han sido logros de la economía peruana de los últimos años. De modo que hay que combatir toda la corrupción del gasto público y gastar en proyectos que sean reactivadores del empleo, aunque sea temporal en un inicio pero que dinamicen la demanda del consumo interno.
El gran desafió del Perú es que mientras seguimos manteniendo la lucha contra el virus y el contagio podamos tener en las regiones procesos muy diferentes entre si, para recuperar cuanto antes esos empleos y reactivar la demanda interna.
Las inversiones públicas, nacionales, regionales, provinciales y hasta distritales son un buen instrumento de generación de empleo si en el corto plazo se plantean obras que a la vez que promueven empleo e ingreso temporal logran resolver las brechas de carreteras, conectividad, centros de acopio y transformación, mercados saludables, comedores populares y soporte a los protocolos sanitarios, que ayuden al cierre las brechas en educación, energía, salud y conectividad.
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