Hace unos días Cecilia Fernández Canchos, coordinadora del equipo de Pobreza Energética del Grupo Tinkuy de la PUCP publicó un artículo sobre “La desigualdad se magnifica.” Efectivamente la pandemia del coronavirus ha puesto en evidencia muchos ejemplos de cómo las crisis exacerban las desigualdades sociales, en términos de pobreza energética (un 4% de hogares, más de un millón de peruanos, no tienen acceso a suministro eléctrico).
Pero también hay falta de acceso al agua, a la salud, al internet, a la educación a una vivienda digna y en términos de acceso al trabajo, Esto se evidencia en todas las regiones del Perú. Sin embargo, en Lima el tema es grave porque el crecimiento tan grande de los últimos años es de migrantes internos que llegaron a Lima buscando tener empleo y acceso a esos derechos ahora se derrumban en especial a los que no pudieron escalar las grandes barreras que significa la formalidad.
Cecilia señala que la pobreza energética podemos entenderla como la falta de acceso a la iluminación, la cocción de alimentos, la calefacción, la refrigeración, las comunicaciones, entre otros y muestra como el COVID en este caso ha visibilizado la relación entre energía y pobreza, Lo mismo pasa con agua y salud y resulta triste ver tantos spots sobre el lavado de manos, cuando a pocos km de la plaza de armas no hay agua ni saneamiento ni baños o pueblos aislados sin COVID del altiplano o de la amazonia, donde niños sin acceso a internet no acceden a la escuela, lugar donde tenían acceso a baño y a alimentación. o donde en lugar de distribuir alimentos o controlar la salud a través de las organizaciones de base, los comedores populares, los comités del vaso de leche o esas escuelas cerradas. Ante la pandemia se usaron mecanismos de arriba hacia abajo sin apelar a la PARTICIPACION, buena intención, pero insuficiente.
Donde lo hicieron, como en Cajamarca, recurriendo a las rondas campesinas, el éxito sanitario y de producción de alimentos ha sido mayor. En Lima, Villa el Salvador como en sus comienzos, sus pobladores se organizan desde abajo y articulan con el MINSA para que el control y los tests, aún no todos los necesarios lleguen a la población.
El coronavirus muestra la URGENCIA de resolver las desigualdades, a fin de garantizar el acceso universal a los DERECHOS FUNDAMENTALES de las personas que plantea la constitución política del Perú.
Uno de esos derechos es el derecho a trabajar. Todos debemos colaborar para que las empresas mayoritarias del Perú, puedan cumplir los protocolos biosanitarios y acceder a los equipos que se les exigen. Pensemos en la necesidad de tener espacios colaborativos para el delivery y el control médico y para el cuidado de los niños y personas mayores, para poder salir a trabajar y respetar que los menores de 14 y los mayores de 65 se queden en casa.
Si no nos organizamos solidariamente, el desempleo y todas sus consecuencias seguirán aumentando en el país. Creo que la REACTIVACIÓN CON INNOVACIÓN Y SIN CONTAGIO requiere mucha SOLIDARIDAD y un rol mayor de la población organizada desde cada Municipio y organización vecinal, con todos los agentes de su territorio. Se debe potenciar las alianzas entre las empresas de todo tamaño o los productores, el gobierno regional y local, la academia desde las universidades, los institutos técnicos, los CETPROS, las escuelas y la sociedad organizada. Juntos lo lograremos.
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