La bandera es uno de los tres símbolos patrios que reflejan nuestra identidad: la bandera, el escudo y el himno nacional, cuya letra fue escrita por el iqueño don José de la Torre Ugarte, y la música compuesta por el limeño don José Bernardo Alzedo Retuerto. Nuestra bandera fue oficializada el 21 de octubre de 1820 por don José de San Martín, con dos líneas diagonales blancas en el extremo superior e inferior y dos rojas a los costados, pero fue el Congreso Constituyente del Perú el que creó la actual el 25 de febrero de 1825, estableciendo su uso sin el escudo.
Cuando escuchamos a locutores en los partidos de fútbol, ellos se refieren a la ‘rojiblanca’, en relación a la selección peruana, pero es necesario e importante que todos conozcamos el significado de sus colores. La franja roja representa la sangre derramada por los patriotas que lucharon por nuestra independencia, y yo incluiría también la de quienes defendieron la patria en los sucesivos conflictos, militares y civiles, todos peruanos.
La franja blanca simboliza la paz y la pureza de nuestros ideales, así como la unidad que debe prevalecer entre los peruanos, y hay historiadores que refieren también significa la unidad de los peruanos, indispensable para superar las crisis, y es por ello que el sentimiento que nos guía en esta gestión es el ‘avance en unidad’.
Este año estamos de aniversarios. En diciembre tendremos el bicentenario de la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, que, prácticamente, selló nuestra independencia, que en realidad sería confirmada cuatro décadas después, en la gesta del 2 de mayo de 1866, cuando derrotamos la invasión al Callao de las naves españolas, que intentaban recuperar su imperio; sin embargo, pocos conocen que este año se celebra el centenario del día de la Bandera, que fue establecido el 30 de abril de 1924, por el presidente Augusto B. Leguía, en honor a la heroica batalla de Arica, el 7 de junio de 1880.
El principal protagonista de la gesta en Arica fue el coronel don Francisco Bolognesi Cervantes, quién habiéndose retirado de la milicia en 1871 como comandante en jefe de artillería, se reincorporó en 1879 con el grado de coronel, y fue destinado a la defensa del puerto peruano de Arica, tras haber participado en las batallas de Dolores, más conocida como San Francisco, y en la de Tarapacá.
Bolognesi es uno de nuestros héroes patrios, y sus restos descansan en la Cripta de los héroes en la capital, pero en el análisis y estudio de su biografía y de quienes lo acompañaron, lo ubico como modelo de vida para todos los peruanos, y ejemplo de actitud y servicio, por lo siguientes motivos: aceptó reincorporarse al Ejército cuando estaba retirado y podía descansar tranquilamente en su morada, y no solo ello, sino que consintió ser destacado a uno de los puestos más peligrosos, vulnerables y menos dotados para su defensa, como era Arica.
No fue todo: examinemos su célebre frase: “tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho”. La primera parte de los ‘deberes sagrados’ es una alusión a la importancia de cumplir con estos en las trincheras donde nos encontremos, sea en el sector público o privado.
Para el héroe, los deberes, las obligaciones, eran sagradas, y por ende su desempeño es sagrado, pues el incumplimiento lo consideraba no solo una falta ante la patria, sino ante Dios. “Y los cumpliré hasta quemar el último cartucho”, es decir, solo la muerte impediría que su conducta desemboque en algún defecto. Tenía una condición de líder como escasos personajes en la historia, pues conocemos que, en el Consejo de Guerra del 26 de mayo, días antes de la batalla, Bolognesi y todos sus oficiales estuvieron de acuerdo que no rendirían la plaza, aún a costa de sus vidas. Siempre, en unidad.
El héroe sabía se aproximaba su fin. En la última carta que le envía a su esposa María de la Fuente Josefa Rivero, con quien tenía 41 años de matrimonio, escribe lo siguiente: “Los días y las horas pasan y las mismas como golpes de campana trágica que se esparcen sobre este peñasco de la ciudadela militar, engrandecida con un puñado de patriotas que tienen su plazo contado y su decisión de pelear sin desmayos en el combate, para no defraudar al Perú…Dios va a decidir este drama en que los políticos que fugaron y los que asaltaron el poder, tienen la misma responsabilidad. Unos y otros han dictado con su incapaz conducta, la sentencia que nos aplicará el enemigo. Nunca reclames nada para que no crean que mi deber tuvo precio”.
Díganme ustedes quien no se emociona con esas frases y si no despierta el deseo que nuestros líderes emulen al ilustre coronel. El apellido Bolognesi lleva también la gloria de sus dos hijos, Enrique y Augusto Bolognesi, dieron su vida a los 21 y 17 años, en las batallas de San Juan y Miraflores, defendiendo Lima, en 1881.
En Arica, cayeron sin rendirse otros héroes. De los 1,650 peruanos que defendieron la plaza, murieron más de 1,000 y alrededor de 200 quedaron heridos. De los diecinueve oficiales, comandante general, jefes de división, de batallón o batería, murieron 13. Mencionaré algunos: don Alfonso Ugarte Vernal, quien era un próspero y rico empresario civil de Iquique, que, a sus 33 años, en vez de emigrar al extranjero para ponerse a salvo, armó a sus peones, y se dirigió a defender la patria, otorgándosele el grado de coronel.
Don José Justo Arias y Aragüez, ‘el bravo entre los bravos’, que se reincorporó con el grado de coronel, y cuando en la batalla le instaron a la rendición, respondió con un fortísimo grupo: “No me rindo, carajo, viva el Perú”. Acto seguido, recibió una descarga de siete fusiles y dos bayonetas. Juan Guillermo More, comandante de la fragata ‘Independencia’, tras haberla perdido persiguiendo a la goleta chilena ‘Covadonga’, solicitó lo reasignen en las zonas de mayor peligro, y él mismo decía que su obsesión era la muerte para lavar su yerro.
Ramón Zavala, un floreciente comerciante de Salitre, en Pica, ubicada en Tarapacá, se alistó voluntariamente y recibió el grado de teniente coronel con solo 26 años, dirigió el 31 de mayo de 1880, una carta a sus familiares, manifestándoles que “tengan la seguridad de que si no triunfamos y no hacemos de Arica un segundo Tarapacá, su defensa será de tal naturaleza que nadie en el país desdeñará reconocer en nosotros sus compatriotas, como los defensores de la honra e integridad de nuestra Patria".
Otros oficiales caídos fueron Mariano Emilio Bustamante y Mantilla, y José Joaquín Inclán González-Vigil. En Arica estuvo también, con el grado de teniente coronel, el argentino Roque José Antonio del Sagrado Corazón de Jesús Sáenz Peña Lahitte, quien viajó desde su país para ofrecerse como voluntario, sobrevivió y sería presidente de su país desde 1910 hasta 1914, en que falleció.
En 1901, recibió del gobierno peruano, una medalla de oro por su participación en Arica, ante lo cual declaró: ““Ofrecí al Perú lo único que tenía, mi caballo, mi espada y mi vida; al caballo me lo mataron en la refriega; la espada se me desprendió de mi brazo con la herida final y mi vida no la quiso el Perú, me la devolvió en Arica, o por orgullo nacional”, manifestando también que vio morir acribillado a don Francisco Bolognesi.
El historiador piurano don Reynaldo Moya Espinoza, escribe: muchos piuranos, alejados de su tierra natal, dieron su cuota de sacrificio en muchas acciones de guerra y en eso tiene un muy destacado lugar Miguel Grau. Los piuranos pusieron su contingente de sangre. Más de 600 hombres, jóvenes y maduros, acudieron al llamado de la Patria, dejando el trabajo, el amor de la familia y sus intereses, para decir ¡Presente! cuando la Patria pidió el sacrificio de sus hijos.
Fue así como se formó el Batallón Piura. En la batalla de San Juan, el Batallón, defendió un paso, próximo al cerro llamado ¡Viva Perú! Allí resistieron el empuje de dos divisiones enemigas, y así como en la Grecia Antigua, los espartanos defendieron el paso de las Termópilas, los campos denominados de Pamplona, fueron cubiertos de cadáveres de los piuranos que dieron su vida y su sangre generosa por el Perú, pudiendo repetirse lo que dice el mármol que perenniza el sacrificio de Leónidas y sus espartanos: “Caminante, anda y di a Piura, que aquí cayeron sus hijos en defensa de la Patria”.
Como colofón, un nieto del héroe de Arica, don Federico Bolognesi, impulsó la agricultura en Piura, cónsul de Francia y Panamá en Paita, senador por Piura en 1929 y vicepresidente del Senado, presidente de la Sociedad de Beneficencia Pública de Piura (1930-1931), y miembro de la Comisión de Irrigación (1934).
Recordemos Arica, como reza el dicho de los estadounidenses por El Álamo (Recuerden El Álamo), donde 200 defensores del fuerte sucumbieron ante la arremetida de una fuerza invasora de 1,800. Ellos son héroes verdaderos, con una trayectoria de vida ejemplar, que culminó en ofrecérsela al país antes de rendir el honor.
Referencias:
El autor es alcalde de la municipalidad provincial de Piura
Comments