La pandemia nos ha permitido comprobar la decisiva presencia de las tecnologías en nuestras vidas; hemos podido (y lo seguiremos haciendo con mayor fuerza) estudiar, trabajar, comprar, hacer operaciones financieras, entretenernos, reunirnos, enamorarnos, todo a distancia, gracias a ellas. De acuerdo a Drucker, recogiendo las ideas de Schumpeter, hay cuatro maneras en que el conocimiento penetra e impulsa la economía y la sociedad entera: la innovación, la productividad, el emprendimiento y la Investigación y Desarrollo (I+D).
Es bastante evidente que los gigantes tecnológicos actuales influyen poderosamente (6) en cómo nos informamos, qué sabemos, qué compramos, qué películas miramos, con quién nos casamos, qué ideas políticas adherimos, y un largo etcétera. Hace pocos días, se han dado el lujo de censurar al presidente de la nación más poderosa del planeta. Jeff Bezos es el hombre más rico del mundo y su empresa mueve más dinero que la mayoría de países. Pero él, y sus colegas: Gates, Zuckerberg, Page, Musk, en su tiempo Jobs, están, en realidad, parados sobre los hombros de otros gigantes: el microprocesador, las super computadoras, los satélites de comunicaciones, la fibra óptica, las Lap-tops, los Smart-phones, las pantallas táctiles, la internet, la Inteligencia Artificial (IA), el Big Data. Sin ellos no serían nada. Han aprovechado eficaz y creativamente los componentes básicos de la revolución digital, las innovaciones radicales (creadas por muchos otros) que se iniciaron, sucedieron, sumaron, multiplicaron y complementaron desde la década de los cuarenta del siglo pasado.
¿Alguna vez se han preguntado por qué todos los gigantes tecnológicos son norteamericanos (dejando en ridículo al resto de países desarrollados)? Pues la respuesta no es difícil: porque todas las innovaciones sobre las que se han construido se desarrollaron en ese país, y por lo tanto el conocimiento básico permanece y se concentra allí.
Una primera característica de la revolución digital es que la mayoría de estas innovaciones fueron financiadas por el Estado norteamericano; comenzando con la primera computadora mainframe digital, la ENIAC, en 1946, hasta la internet, en 1969, y muchas otras más, antes y después de esa fecha. Las primeras tres revoluciones industriales fueron protagonizadas y financiadas por privados, pero esta cuarta revolución industrial ha sido básicamente orientada y financiada por el Estado (esto también viene ocurriendo en China, Corea del Sur, Israel y otros países).
La otra característica a tener en cuenta es que todos estos gigantes empezaron desde pequeños. Las ideas geniales salieron de unos pocos cerebros llenos de conocimientos (educación), inteligencia, creatividad y persistencia. Los capitales, que muy pronto atrajeron con facilidad, jugaron un rol importante pero secundario. A estas alturas, resulta obsoleto pensar (por decir lo menos) que el atraer unas pocas grandes inversiones extranjeras en recursos naturales a nuestro país va a ser la clave para el desarrollo. Es mucho más eficaz criar y atraer a los siguientes Gates, Brin, Musk, Yuan, Ma.
Referencias:
(6) Ver la magnífica conferencia de Yuval Harari en la reunión del WEF en Davos, en enero de 2020: "How to Survive the 2 Ist Century
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