La cuarentena y la recesión económica tienen para rato (varias semanas y posiblemente meses), pero no podemos dejar todo para el día en que acabe el Coronavirus. Debemos pensar, planificar y empezar a organizar los cambios que queremos para nuestra sociedad desde ahora mismo. Le toca liderar esta transformación de nuestra sociedad al presidente, a la PCM; cuentan para ello con dos instrumentos poderosos: el CEPLAN y el Acuerdo Nacional.
Publicado en RPP Noticias / 06 de abril del 2020 - 11:21 AM
Aprovechemos la cuarentena para proponer y diseñar una reforma radical del transporte urbano. O es que ¿acaso pretendemos superar al COVID-19 y seguir con las mismas deficiencias que nos impiden tener calidad de vida?
El cielo limeño nunca ha estado tan azul, tan limpio el aire que respiramos. La cuarentena ha tirado por los suelos la famosa sentencia de Sebastián Salazar Bondy sobre el cielo de Lima (la horrible): color panza de burro, gris, opaco, triste. Por primera vez, desde que tengo memoria, el cielo limeño se parece al maravilloso cielo de Cusco o Arequipa, de un azul intenso que contrasta radicalmente con las nubes blancas. Desde mi casa en Chorrillos puedo ver la cordillera de los andes, a los grandes apus que protegen la ciudad, que se comunican espiritualmente con nuestro apu más cercano, el Morro Solar.
La pandemia del coronavirus nos pone cara a cara, sin escapatoria, frente al tema de la salud, frente a la vida y la muerte ¿Cuánto daño hace todos los días, todos los años, el aire envenenado de Lima, una de las ciudades más contaminadas de la región? ¿Cuántas enfermedades respiratorias, pulmonares, alérgicas, degenerativas, cáncer, genera? ¿Cuánta gente muere por esas enfermedades? ¿Cuántos años de vida le quitamos a los limeños, sobre todo a los más expuestos? ¿Cuánto cuesta a los privados y al Estado curar a todos esos enfermos y la ausencia de los muertos?
¿Vamos a regresar a esa misma situación de antes del coronavirus? ¿Al caos en el transporte de las grandes ciudades del Perú, célebre en todo el mundo? Ciertamente que no. Aprovechemos la cuarentena para proponer y diseñar una reforma radical del transporte urbano. Debemos priorizar el transporte público (una parte en manos del Estado y otra parte en manos privadas). Un transporte público nuevo, moderno, no contaminante, eléctrico, camino en el que ya están algunas ciudades del primer mundo. No permitamos que circule una sola combi, micro u ómnibus con más de cinco años de antigüedad; hay que convertirlos en chatarra, que es lo que son, y darles a los propietarios un significativo bono para que adquieran unidades no contaminantes, o se reconviertan a otra actividad. Sigamos, por algún tiempo, con el reemplazo del gas natural por el Diesel que es menos contaminante, pero con la idea de lograr un transporte público 100 % eléctrico en 8 a 10 años.
Comencemos por hacer un pedido de 30,000 unidades de grandes ómnibus eléctricos a China. Ellos ya los están fabricando y vendiendo a ciudades con recursos. Esto significa una inversión aproximada de 6,000 millones de dólares. Se dirá: ¿de dónde sacamos tanta plata? Pues no se necesita pagar al contado, ni en efectivo. Si el presidente Vizcarra llama a su colega Xi Jinping, haciéndole un pedido de esta naturaleza, se va caer de espaldas, va a adorar al presidente peruano (en estos momentos la industria china está paralizada y nadie les compra nada), le va a dar todas las facilidades financieras posibles: 12 años de plazo, dos años de gracia, si te faltan las divisas, me pagas con el cobre, zinc y los otros minerales que ya nos vienes entregando para nuestra industria. Y, si además, le dice que los primeros 10,000 son fabricados en China, pero que los siguientes 20,000 son fabricados en el Perú, poniendo plantas en nuestro país, para llegar a un 80% de integración nacional; también va a atracar. De paso, con esa tecnología en casa, los privados se podrían animar a fabricar autos eléctricos para la región de América Latina.
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