Ahora que sabemos que tenemos nuevo Gobierno, con nombre y apellido, y que se posesionará el 24 de mayo, se requiere de una transición, un puente que establezca una comunicación directa, abierta y franca entre los gobernantes que dejan el poder y quienes pasarán a ser los nuevos gestores del Ecuador. Este cambio de Gobierno, por las circunstancias particulares que vivimos, requiere de un proceso diferente.
La transición implica una etapa sensible de la administración del Estado y del Gobierno, en la que se entrega de manera oportuna, ordenada, objetiva y jerarquizada toda la información y los balances de políticas públicas del Gobierno saliente y de su administración. Esta información debe responder a los factores clave que caracterizaron la política del Gobierno saliente y debe ser aportada con claridad, a fin de que permita comprender de manera adecuada el estado de situación de las políticas en marcha.
El tiempo como variable debe ser bien administrado y de forma eficiente, por ejemplo, la necesidad de que en los primeros cien días del Gobierno entrante se resuelva o se avance de forma significativa con la vacunación será decisivo para mantener la gobernabilidad en los próximos cuatro años del nuevo poder. Se requiere, por esta razón y otras, un enganche de las políticas públicas que favorecen este proceso con las nuevas propuestas del presidente entrante. No se puede perder tiempo ni oportunidades. Y ojalá que no se busque refundar otra vez el país, esto sería un error. La premisa es avanzar con las políticas públicas que se consideran viables y positivas y también redireccionar las que tienen dificultades.
Los problemas básicos que surgen en las transiciones del Poder Ejecutivo se ubican sobre todo en la entrega oportuna de la información por parte de las autoridades salientes a las entrantes, así como en la definición de las prioridades de las políticas públicas por parte de los nuevos gobernantes.
En ese orden, es importante identificar los nudos administrativos o políticos críticos que han afectado el cumplimiento de políticas o proyectos transformadores, a fin de que se ubiquen de forma inmediata los obstáculos que los nuevos gobernantes deben enfrentar.
Es frecuente que los equipos encargados de la transición demoren de manera excesiva en la sistematización de la información y en la entrega de esta a los equipos que ingresan; dicha interface puede generar dudas y deudas políticas e informativas de arrastre por meses, lo cual produce costos políticos públicos y de organización interna del Gobierno entrante. Se sabe que organismos internacionales están apoyando este proceso, lo cual es positivo y saludable, pero sí es pertinente que ayuden a facilitar la transición también las universidades especialistas en esta temática.
No se puede gobernar con las mismas matrices de la política del pasado, debemos renovarnos y entender que cada elemento de la responsabilidad de gobernar tiene una especificidad particular. Es claro que no es lo mismo gerenciar una empresa privada que gobernar un país. Queremos que el próximo Gobierno tenga el éxito que los ecuatorianos merecemos y hay que apoyarlo desde todas las instancias posibles. La transición ya es la primera prueba de saber gobernar y esperamos que lo hagan de forma inteligente.
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