Las democracias han evolucionado con el tiempo para que la calidad de los gobiernos electos no afecte irreversiblemente la vida de las naciones. Con este fin, se desarrolló instituciones de control y reparto de poderes, para evitar que un gobierno absoluto fuera libre de cometer errores catastróficos. Todos reconocemos que el sistema democrático privilegia la libertad frente al modelo autoritario. Las elecciones libres, en las que toda la población participe sin restricciones, no siempre conducen a la elección de los mejores, porque la capacidad cognitiva de las personas se ve afectada por el nivel de información y los efectos de las pasiones humanas.
Para abordar este tema, los sistemas democráticos garantizan la rotación continua del poder, además de someter a los gobiernos al control de la Legislatura y el Poder Judicial, este equilibrio de poderes es lo que garantiza la mayor estabilidad y mayor bienestar a largo plazo. El pensador inglés Edmund Burke, a finales del siglo XVIII, ya dijo que todo poder corrompe, pero el poder absoluto corrompe absolutamente.
En tiempos de crisis, sin embargo, cuando los países eligen al gobernante equivocado, el precio puede ser demasiado caro. Casi todas las naciones han pasado por momentos decisivos a lo largo de su historia. Algunos salen de esta prueba más fortalecidos y siguen un destino de prosperidad y paz. Otros, por desgracia, por falta de liderazgo necesario, sucumben a los problemas y están condenados a una existencia vulgar, empobrecida, corrupta y sin futuro.
Ya vimos en la historia de la humanidad casos que han dejado huella sobre los liderazgos legítimos y los falsos. Se recuerda que Hitler al invadir Inglaterra, el gobierno inglés de entonces dejó las puertas abiertas a la invasión alemana de Europa. Después del hecho consumado, para salvar al país, los políticos ingleses, en pánico, recurrieron a regañadientes a Churchill, un espíritu superior a la aristocracia de entonces y a la política decadente que dominó a los ingleses por algún tiempo. Su liderazgo salvó a su país. Después de la guerra, Inglaterra volvió a la normalidad y derrotó en las elecciones al héroe que lo salvó y ayudó al mundo a enfrentar el nazismo y ahora todos le reconocemos a Churchill por su enorme valía para toda la humanidad. Así es la política de incomprensible.
La historia de nuestro Ecuador está llena de errores de gobierno. Desde que nací, he pasado por dictaduras, por gobiernos nefastos, por populismos corruptos que se cubren con discursos mesiánicos y sin sentido que se dicen progresistas. En general, desde 1979, gran parte de los gobernantes no ha tenido un liderazgo verdadero y legítimo. En su mayoría han sido mediocres. El saldo es que aún sobrevivimos como sociedad y país, pero nuestro destino sigue siendo incierto. No estamos ni cerca de los países parecidos al nuestro y que tiene más desarrollo, el sentimiento es que estamos quedándonos para atrás.
Una vez más nos enfrentamos a nuestro destino en poco más de una semana. Estamos siendo devastados por la pandemia y nuestra economía atraviesa una circunstancia crítica. No sabemos qué será de nuestro pueblo, amenazado por la enfermedad y la pobreza. Solo la reunión de los mejores, bajo un liderazgo ilustrado y no postizo nos dará una cierta esperanza para revertir una trayectoria que se dirija a un desarrollo acorde con las necesidades actuales y los desafíos complejos del futuro.
Referencia:
El autor es Rector del Instituto de Altos Estudios Nacionales – IAEN, primera Universidad de Postgrado del Estado en Ecuador
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