Como docentes, en la vida universitaria observamos los cambios de los estudiantes en relación con sus proyectos de vida, con las perspectivas de su carrera y su visión de la política. Los jóvenes serán los futuros gobernantes, por lo que se espera de ellos una posición reflexiva al tiempo que crítica sobre diferentes acontecimientos y circunstancias que afectan a la sociedad.
Hace poco se consultó a un grupo de universitarios qué es lo que pensaban sobre los últimos sucesos de Cuba. Su respuesta fue que, en general, no les resultaba interesante lo que había pasado en la isla. Esta contestación resulta contraria al pensamiento de quienes fuimos estudiantes en la década de 1970 y que seguíamos con vivo interés lo que en territorio cubano acontecía. Para quienes teníamos una posición política vinculada con la izquierda y estudiamos en instituciones públicas, hablar de Cuba, su revolución y su situación política constituía una situación casi vital en términos políticos.
Este desinterés o apatía que se observa, y esto como percepción no científica, podría deberse a que ahora concitan mayor interés de la juventud de izquierda los derechos sociales de las minorías, ya que el debate se concentra en los derechos como la equidad en la representación, la igualdad salarial, los derechos de los grupos LGBTIQ, el aborto, los derechos de los indígenas y afroamericanos y el tema que se ha tornado en central y que suscita pasión es el tema vinculado con los derechos ambientales. Gran parte de estas reivindicaciones se colocaron en el espacio del debate hace poco en Chile a propósito de la constituyente.
Claro está que los jóvenes progresistas sí están adheridos y preocupados por los grandes problemas de desigualdad y pobreza tradicionales. Lo interesante es que se registra un tránsito en los contenidos del debate político de los jóvenes latinoamericanos, para quienes la centralidad argumentativa ya no es Cuba, puesto que en este momento son otras las categorías para reivindicar: las de los derechos sociales de equidad.
La imagen emblemática del Che Guevara salió de la bandera rojo y negra y pasó a las camisetas de los rockeros o se ha convertido en llavero. Los tiempos son otros y se debe prestar atención a los nuevos sueños y horizontes que se construyen para el futuro. Oliver Stuenkel, colega brasileño, hace pocos días señaló que quizá lo más fascinante de estos cambios generacionales es la lucha por una mayor representación política de las minorías, lo que implica un fuerte cuestionamiento a los intelectuales y sus referencias argumentativas.
Qué bueno que no continuemos con las mismas tesis y que se superen argumentos que por su propia naturaleza deben modificarse; la generación Z tiene otras percepciones de la lucha política y va en sentido contrario con la izquierda envejecida, como la cubana y otras de Latinoamérica. Es pertinente que con la responsabilidad de profesor de los jóvenes comprendamos estas nuevas cosmovisiones y que demos respuesta adecuada con nuestros argumentos académicos a estos actuales discursos políticos que se construyen en esta modernidad acelerada.
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