La pandemia que vivimos sin duda es el mayor desafío que ha enfrentado en décadas la sociedad, así como nuestros Estados y administraciones. No hay ningún país en el mundo en el que los Gobiernos no hayan intervenido con sus instituciones y sus recursos en todos los campos de la vida social, económica, logística y sobre todo en el ámbito de la salubridad. El nivel de intervención estatal se asemeja al de la Segunda Guerra Mundial. Se modificaron los ejes de atención y prioridad, después de un largo período en el que la energía de los países se concentraba en los mercados nacionales e internacionales. Todas las apreciaciones indican la importancia del Estado y de lo público con sus instituciones. El retorno de lo estatal al escenario que le corresponde se produjo dentro de una dimensión moderna y eficiente en la que todo mundo espera que el Estado continúe modernizándose en beneficio de la sociedad.
Con seguridad, a pesar de los avances casi obligatorios de la Administración pública en todo el orbe, estos logros se pueden detener debido a la ausencia de presupuesto en aquellos países con menos recursos. En América Latina se advierte que en el futuro próximo se incrementará la deuda pública, lo que desembocará en desempleos masivos, junto con recortes de servicios que no sean sanitarios, por el miedo a futuras pandemias.
Sin duda, la pandemia afectó a las personas más pobres, a quienes requieren llevar día a día la comida a sus casas, a la población que debe hacer el trabajo presencial… Ellas y ellos fueron afectados con más violencia por la pandemia, por lo que es urgente acabar con este círculo vicioso de reproducción de la pobreza y de la muerte de las clases históricamente desposeídas de nuestra región.
Ante escenarios lúgubres, la salida es mejorar la función pública para optimizar la gestión de la crisis de forma permanente y disponer de administraciones de alta calidad, lo cual en verdad será el diferencial para responder a esta tremenda crisis ocasionada por la pandemia.
La importancia de una buena Administración pública genera legitimidad y confianza ciudadana en sus instituciones y estos son rasgos fundamentales para enfrentar crisis, como lo afirma Fukuyama. Siempre habrá un exceso de concentración de poder de las funciones del Estado de forma general, las cuales se desgastan muy pronto, porque las decisiones que se tiene que tomar serán siempre impopulares. Pensemos: ¿qué será más adecuado, cerrar un colegio o suspender la construcción de una carretera? Sin duda las dos son decisiones impopulares y desgastantes para los Gobiernos y generan rechazo. Solo los regímenes que gocen de una gran legitimidad social e institucional pueden salir bien librados de estas disyuntivas. Si, por el contrario, generan inseguridad, desconfianza y carecen de legitimidad, el rechazo de la sociedad es automático.
Para el caso ecuatoriano, el presidente Lasso cumplió con la vacunación en tiempo récord, esto le generó confianza que con seguridad le da sustento para decisiones más complejas dentro de un escenario de respeto a las instituciones del Estado. También tendrá que mejorar de forma constante la gestión pública como baluarte del plan de desarrollo que ha diseñado. Nos quedó claro que el Estado es el Leviatán que hoy debe estar más fuerte.
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