El progresismo latinoamericano en perspectiva
Nos guste o no, China es el gobierno de izquierda con el mejor desempeño económico y social en la historia de la humanidad: 10% de crecimiento promedio durante 30 años consecutivos, rescatando, en ese período, a 800 millones de personas de la pobreza. Estos logros se deben a las políticas de Deng Xiaoping, que abrió su economía al mundo, impulso el mercado, promovió la diversificación productiva, la industrialización y las exportaciones.
El secreto: invertir en conocimiento, en mejores universidades, en ciencia y tecnología, atraer la inversión extranjera más avanzada y asimilar (copiar) su tecnología, creando una propia. Cuando Deng le dijo a su pueblo: “aprovechen el mercado, háganse millonarios”, estaba dándole un espacio a los grandes capitalistas en la nueva China; espacio que cerró la revolución cultural de Chiang Ching y la banda de los cuatro, reviviendo la vieja tesis marxista de los “enemigos de clase”. La clave del éxito actual: la unidad nacional, en la que todos ganan.
El modelo neoliberal, en América Latina y el mundo, excluyó a las mayorías de una educación de calidad, de la salud, de una jubilación digna, del trabajo bien remunerado y con derechos, permitió y alentó la informalidad generalizada, mantuvo el modelo primario exportador, depredó la naturaleza, y en alianza con los conservadores marginó a las mujeres, a los jóvenes y a los gay. Pero, así como en el pasado no funcionó del todo: los explotados nos unimos contra los explotadores, ahora tampoco está funcionando: los marginados nos unimos contra los marginadores.
En estos días, el salto cualitativo es que los candidatos progresistas plantean la unidad nacional, con todos, como Petro; a diferencia de la derecha que quiere eliminar a los disidentes y meterlos a la cárcel (en el Perú, en plena campaña, en mayo de 2021, el candidato de ultra derecha López Aliaga, propuso en un mitin matar a su rival Pedro Castillo). Y una vez en el poder, gobiernan para todos, como José Mujica y como Lula. Esta es la forma como el progresismo llega al poder y se mantiene en él, para el beneficio y el bienestar de las mayorías marginadas, que son su primera prioridad y su razón de ser, pero también para beneficio de todos. ¿Suena utópico?; no, si apuestas por el conocimiento, la educación, la ciencia, la tecnología, la innovación y el emprendimiento.
La discusión entre el desarrollo sostenible y el extractivismo, que plantean Gudynas y De Echave, puede verse como parte del necesario debate nacional sobre las estrategias de desarrollo que los gobiernos progresistas deben liderar y promover en sus respectivos países, y también a nivel de América Latina, entre todos los actores económicos y sociales.
Algunos países pondrán mayor énfasis en el carácter sostenible de su desarrollo, otros en la industrialización, o en las energías renovables, el valor agregado a sus recursos naturales, en los programas sociales, el pleno empleo, u otras opciones posibles. Estas no deben ser vistas, por tanto, como campos enfrentados, sino como matices y complementos a sumar, hilvanar y lograr. No nos olvidemos que América Latina es la cuna de la mega diversidad biológica y cultural, la que también podría extenderse al campo político y económico.
Referencia:
EL autor es ingeniero y economista, profesor principal de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM), y director de la Asociación Educativa Economía y Política Contemporánea (EPC).
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