El Estado está lleno de plata. Por el lado fiscal, el año pasado, la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria (SUNAT) recaudó más impuestos que nunca. Aunque los paganos seamos los ciudadanos, el aumento del precio de los combustibles – entre otros – le facilitó al Estado la mayor recaudación de Impuesto General a las Ventas (IGV) de la historia. Y el aumento de precios de nuestros productos de exportación – cobre y oro, principalmente – propició la mayor recaudación de Impuesto a la Renta (IR) jamás lograda por la SUNAT, en toda su existencia. Producto de ello, el Canon Minero 2022 es también otro récord histórico. Nunca jamás las regiones y municipios del país recibieron tanto dinero de Canon, como este 2022.
Por el lado monetario, los récords de exportaciones (US$ 60 mil millones) y superávit comercial (US$ 14 mil millones) del año pasado, le permitieron al BCR (Banco Central de Reserva) acumular las mayores reservas internacionales de la historia: cerca de US$ 80 mil millones.
Y por si fuera poco, a pesar de la bonanza fiscal y monetaria, el Estado ha emitido bonos en el mercado financiero internacional, para captar aún más recursos vía endeudamiento externo. Deuda que –tarde o temprano– pagaremos todos los peruanos. ¡Una locura!
Total –repito– el Estado está lleno de plata. Sin embargo, a pesar de ello –al revés de lo que debería ser– la economía está estancada. Mucha gente está sin trabajo. Peor aún, la pobreza está creciendo. Y con la pobreza, están creciendo el hambre y la delincuencia. Si no ¿cómo explicar la proliferación de Ollas Comunes? ¿Por qué hay tantos mendigos –con niños a cuestas– en las calles? ¿Cómo explicar el incremento de la criminalidad e inseguridad ciudadana en todo el país?
Claramente, el Estado –excepto el BCR y unas cuantas dependencias estatales más– ha fracasado. El enorme esfuerzo contributivo de la ciudadanía y las empresas ha sido en vano. ¿Cómo calificar si no a los pésimos servicios estatales como agua y desagüe, salud y educación, seguridad ciudadana, justicia e infraestructura? ¿Acaso no son paupérrimos –o inexistentes– los servicios que nos brinda el Estado en dichas materias?
Entonces… al pan, pan, y al vino, vino. Fracaso estatal estrepitoso. El Estado está para servir a la ciudadanía. Esa es su función. Pero no. En nuestro caso, el Estado nos maltrata cruelmente. Incluso, se sirve de nosotros. O sea, el mundo al revés.
CONCLUSIÓN: el dinero de los peruanos debe estar más en el mercado, y menos en el Estado. El Impuesto Selectivo al Consumo (ISC) debe desaparecer… para siempre. Las tasas de IGV e IR deben bajar. Eso propiciaría una mayor formalización de la economía. En todo caso, la idea es que el dinero de los peruanos quede más en los bolsillos de la gente y de las empresas. Nuestro dinero en manos del Estado, ya sabemos dónde termina: en los bolsillos de los funcionarios y empresarios corruptos.
Para mantener el equilibrio fiscal, el Estado debe ser más eficiente. Para ello hay digitalizarlo y simplificarlo. Autonomizar los servicios públicos especializados –agua y desagüe, limpieza pública, salud, educación, etc.– para blindarlos de la perniciosa injerencia política. Profesionalizar la gestión pública e imponer la meritocracia en el Estado. ¡No al clientelismo político!
Paralelamente, hay que reducir los gastos del Estado. Hay que fusionar ministerios e instituciones redundantes. Hay que reducir la burocracia corrupta e inepta que ingresó al Estado por la puerta falsa: favores políticos, nepotismo, compras de puestos, tarjetazos, títulos académicos falsos…y todo lo demás.
Por esos funcionarios torcidos, el Estado –nuestro Estado– es un pésimo administrador de los impuestos que pagamos todos los peruanos. Dicho sea de paso, ningún peruano –por más pobre que sea– deja de pagar IGV. Los informales podrán evadir IGV en algunas compras de bienes y servicios, pero del IGV a los combustibles, electricidad, telefonía, cerveza, etc. nadie se salva.
Nuestro Estado, en términos generales –por sus hechos lo conoceréis– es corrupto e inepto. Entonces ¿cómo confiarle nuestros tributos –producto de nuestro esfuerzo– a funcionarios que no son de fiar! Mejor dicho… ¡a funcionarios que –de hecho– nos van a robar!
Por otro lado ¿acaso el desempleo no es el mayor problema de los peruanos actualmente? ¿Acaso la inversión –principalmente privada– no es la mayor generadora de empleo formal? Entonces ¿qué sentido tiene quitarle tanto dinero a la gente –y a las empresas– para dárselo al Estado? ¡Absurdo total!
Recapitulemos y reflexionemos. El Estado está lleno de plata. Encima, se está endeudando. Mejor dicho, nos está endeudando. La ciudadanía se está empobreciendo. Las empresas no están invirtiendo. Sin embargo, la plata del Estado – hasta el último centavo – proviene toda de la ciudadanía y las empresas. ¿No sería lógico disminuir impuestos para que la ciudadanía esté mejor, y las empresas inviertan más para generar más empleos formales?
¡Ya pues… la cabeza no sólo sirve para ponerse el sombrero; pensemos! Es hora de priorizar la generación de empleo formal… no la recaudación tributaria.
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