Por codicioso, el Estado genera pobreza y desempleo
El Estado está lleno de plata. Por el lado fiscal, durante los últimos años, la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria (SUNAT) recaudó más impuestos que nunca. Los paganos – ¡cuándo no! – fuimos los ciudadanos. Los precios altos de los combustibles – comparados con los bajos precios del período 2015 al 2020 – le facilitó al Estado las mayores recaudaciones de Impuesto General a las Ventas (IGV) de la historia.
Por otro lado, los extraordinarios – y sostenidos – precios de nuestros productos de exportación (cobre y oro, principalmente) está propiciando la mayor recaudación de Impuesto a la Renta (IR) jamás lograda por la SUNAT, en toda su existencia. Producto de ello, el Canon Minero, también está alcanzando récords históricos. Jamás las regiones y municipios mineros del país recibieron tantos recursos como en los últimos cinco años.
Por el lado del comercio exterior, los récords de exportaciones de los últimos tres años (US$ 63,000 millones en el 2021, US$ 66,000 millones en el 2022, y US$ 67,000 el año pasado); y el superávit de la balanza comercial internacional (US$ 15,000 millones en el 2021, US$ 10,000 en el 2022, y US$ 17,000 millones en el 2023), le permitieron al Banco Central de Reserva (BCR) acumular las más altas reservas internacionales de nuestra historia: US$ 74,000 millones, con tendencia al alza.
Por todo ello, el Estado está boyante. La deuda externa peruana es una de las más bajas del mundo. ¡Ya quisieran muchos países tener la solidez macroeconómica del Perú! Realmente, notable… aunque muchos compatriotas no lo quieran reconocer.
El problema está en el ámbito de la Sociedad Civil. A ese respecto, cabe preguntarnos ¿cómo están los microempresarios y los trabajadores? ¿Cómo están las amas de casa y la juventud? ¿Cómo están los jubilados, los pobres? Como dirían los políticos demagogos… ¿cómo está El Pueblo? Bueno pues… mal. Muy mal. El Pueblo peruano la está pasando mal.
Claramente, hay un contraste entre las finanzas públicas y las finanzas de la ciudadanía. Repito… el Estado está lleno de plata. Sin embargo, a pesar de ello – al revés de lo que debería suceder – mucha gente está sin trabajo. Peor aún, la pobreza está creciendo. Y con la pobreza, están creciendo el hambre y la delincuencia. Si no ¿cómo explicar la proliferación de Ollas Comunes? ¿Por qué hay tantos mendigos – con niños a cuestas – en las calles? ¿Cómo explicar el incremento desmedido de la criminalidad e inseguridad ciudadana en todo el país?
Claramente, el Estado – en términos generales – ha fracasado. El enorme esfuerzo contributivo de la ciudadanía – y las empresas – ha sido en vano. No me refiero al ámbito macroeconómico, donde – como he mencionado – estamos bien. Me refiero a la gestión de los servicios públicos. Aquellos que el Estado está obligado a brindarnos de manera eficiente y oportuna.
Me refiero concretamente a servicios estatales como agua y desagüe, salud y educación, seguridad ciudadana, justicia e infraestructura. ¿Acaso no son paupérrimos – o inexistentes – los servicios que nos brinda el Estado en dichas materias?
Entonces… al pan, pan, y al vino, vino. Fracaso estatal estrepitoso. El Estado está para servir a la ciudadanía. Esa es su función. Pero no. En nuestro caso, el Estado nos maltrata cruelmente. Incluso, se sirve de nosotros. O sea, el mundo al revés.
CONCLUSIÓN: el dinero de los peruanos debe estar más en el mercado, y menos en el Estado. El Impuesto Selectivo al Consumo (ISC) debe desaparecer… y para siempre. Las tasas de IGV y Renta (IR) deben bajar. Además de propiciar una mayor formalización de la economía, el dinero de los peruanos quedaría más – y mejor – en los bolsillos de la gente y de las empresas. Nuestro dinero en manos del Estado, ya sabemos dónde termina: en los bolsillos de funcionarios y empresarios corruptos.
Sin desequilibrar el presupuesto público, el Estado debe ser más austero y servicial. Para ello hay digitalizarlo y simplificarlo, al máximo. Cero colas, cero papeles, cero firmas, cero sellos, cero coimas. Hay que autonomizar los servicios públicos especializados – agua y desagüe, limpieza pública, salud, educación, etc. – para blindarlos de la perniciosa injerencia política. Asimismo, hay que profesionalizar la gestión pública e imponer la meritocracia en todos los estamentos del Estado. ¡No al clientelismo político!
Paralelamente, para reducir los gastos del Estado, hay que fusionar ministerios e instituciones redundantes. Hay que reducir la burocracia corrupta e inepta que ingresó al Estado por la puerta falsa. Me refiero a los funcionarios que entraron por favores políticos, nepotismo, compras de puestos, tarjetazos, títulos académicos falsos…y todo lo demás. ¡Cuántas Yaziré’s tendremos en el Estado!
Por esos funcionarios ineptos, maltratadores y corruptos, el Estado – nuestro Estado – es un pésimo administrador de los impuestos que pagamos todos los peruanos. Dicho sea de paso, ningún peruano – por más pobre que sea – deja de pagar IGV. Los informales podrán evadir IGV en algunas compras de bienes y servicios, pero del IGV a los combustibles, electricidad, telefonía, cerveza, etc. nadie se salva.
Nuestro Estado, en términos generales es corrupto, inepto y enorme. Innecesariamente enorme. Entonces ¿cómo confiarle nuestros tributos – producto de nuestro esfuerzo – a funcionarios que no son de fiar! Mejor dicho… ¡a funcionarios que – de hecho – van a robar!
Entonces, vayamos a lo que quiero llegar: ¿acaso el desempleo no es el mayor problema de los peruanos actualmente? ¿Acaso la inversión – principalmente privada – no es la mayor generadora de empleo? Entonces ¿qué sentido tiene quitarle tanto dinero a la gente – y a las empresas – para dárselo al Estado? ¡Absurdo total!
Recapitulemos. El Estado está lleno de plata. La ciudadanía se está empobreciendo. Las empresas no están invirtiendo. ¿No sería lógico disminuir las tasas de IGV y Renta para que la ciudadanía esté mejor, y las empresas inviertan más para generar más empleos?
¡Cuánta pobreza, cuánta injusticia, cuánto desempleo genera el Estado codicioso que tenemos!
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