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Fernando Cillóniz Benavides / El cinismo como política de estado


El cinismo presidencial viene de tiempo atrás. Parafraseando un viejo refrán, podría decirse que – en vez de pan – el Presidente Castillo vino con su cinismo bajo el brazo. Efectivamente, ¿acaso no fue recontra cínica la finta de tirarse al suelo para simular una agresión policial inexistente? Recordemos. El hecho ocurrió durante la huelga magisterial del 2017, que el entonces dirigente Pedro Castillo encabezó, logrando que un millón y medio de niños y jóvenes peruanos perdieran el año escolar.


Igualmente cínica fue la motivación de la huelga en cuestión. De la boca para afuera, Castillo coreaba que la huelga se justificaba por la precariedad de la educación estatal. – La protesta busca mejorar la educación escolar en nuestro país – decía Castillo a voz en cuello. ¡Falso!


Lo que motivó la huelga del 2017, fue la reticencia de Castillo – y su pandilla – de rendir las pruebas de conocimientos y capacidades, que el Ministerio de Educación – con buen criterio – iba a realizar. Exactamente igual a los exámenes de conocimientos que todos los estudiantes del mundo – de ahora y siempre – dan para demostrar sus aprendizajes.


El caso es que todos los maestros del Estado iban a ser evaluados. Y los que salieran desaprobados pasarían por un proceso de capacitación. Pero eso sí, si después de tres intentos, los maestros no aprobaban las pruebas de evaluación, o sea, si claramente no estaban aptos para la docencia escolar, perderían su título de maestro, por lo que tendrían que dedicarse a otra. El que no aprobaba, no pasaba, y a otra cosa mariposa… sanseacabó. Repito. Tal cual ocurre con los estudiantes escolares y universitarios de todo el mundo.


Con esos antecedentes de cinismo a cuestas, analicemos ahora la supuesta integridad moral del Presidente Castillo. – ¡No le daremos ni un milímetro a la corrupción! – grita el Jefe de Estado, cada vez que está frente a un micrófono. El problema es que a su lado siempre suelen estar personajes de la más baja calaña moral.


¡Cómo calificar – si no – que el hombre de mayor confianza del Presidente, su Secretario personal, tuviera escondidos US$ 20 mil en efectivo, en uno de los baños de Palacio de Gobierno! Y que cuando fuera requerido por la Fiscalía para que justifique el hallazgo de los billetes verdes declarara – así guardo mis ahorros personales –. Es decir, cinismo a tope. Tanto del Presidente, como de su Secretario.


Pasemos ahora a analizar el cinismo de la Primera Ministra Mirtha Vásquez. Recordemos… más claro no lo pudo decir – las minas ayacuchanas Inmaculada, Pallancata, Breapampa, y Apumayo no van más… las vamos a cerrar –. Palabras más, palabras menos, eso fue lo que dijo. Luego siguieron los aplausos, sonrisas y puños en alto. Todos los peruanos fuimos testigos de ello.


El problema fue que cuando regresó a la Capital, luego de su baño de popularidad en Ayacucho, y tuvo que enfrentar a la prensa y a los representantes de las empresas mineras en cuestión, lo negó todo. Otra vez… cinismo descarado, puro y duro.


Efectivamente, en vez de reconocer su dislate, la Primera Ministra dijo que jamás había dicho lo que dijo, y que las puertas del diálogo estaban abiertas, y que el Gobierno respetaba la inversión privada, y que bienvenida la minería, y… bla, bla, bla.


Bueno pues… así estamos. El problema es que – como todo en la vida – el cinismo percola hacia abajo. Si el Presidente es cínico ¿por qué no la Primera Ministra? Y si la Primera Ministra también es cínica ¿por qué no los de más abajo? Eso es precisamente lo que estamos viendo en cuanto a Ministros, vice Ministros, Asesores, Secretarios, Directores Generales, Gobernadores Regionales, Alcaldes, y demás. ¿Si el Número Uno es cínico, y la Número Dos también, qué problema habría que el Número Tres también lo sea?… y así sucesivamente, hasta todo el aparato Estatal. ¡Ese es el problema!


Así las cosas, nos hemos atiborrados de autoridades cínicas. Autoridades que no tienen sangre en la cara. Autoridades que actúan con desvergüenza en el mentir, o defienden y realizan acciones que causan afrenta o deshonra.


Cinismo como política de Estado, desde la cabeza hasta los pies. Eso es lo que tenemos. ¡Patético!


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