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Fernando Cillóniz / #YoMeQuedoEnCasa. pero… ¿Y si no tengo casa?


El presente artículo se publica con el permiso de la Asociación CÍVICA por el Perú.


Nunca había visto al mundo en cuarentena. Me refiero al mundo de los seres humanos. Hago la aclaración porque en el agro las cuarentenas son muy comunes. Efectivamente, las cuarentenas agropecuarias se realizan en estaciones cuarentenarias – invernaderos o establos – donde las plantas o animales vivos permanecen confinados durante un tiempo, para ser observados y controlados respecto de ciertas plagas o enfermedades exóticas, que no queremos introducir al país. Ahora bien, al contrario de las cuarentenas agropecuarias, la cuarentena humana que estamos viviendo la estamos haciendo cada uno en nuestras casas. De allí el famoso hashtag #YoMeQuedoEnCasa. Bueno pues, eso que parece razonable y sencillo para muchos, no lo es para cerca de 10 millones de peruanos (1´600,000 familias) que – literalmente – podrían retrucar #YoNoTengoCasa.

Antes de la pandemia, pocos hablaban del tema. Sobre todo, las autoridades gubernamentales. Entonces uno se pregunta ¿Para qué tenemos Ministerio de Vivienda? ¿O de Desarrollo e Inclusión Social? ¿Para qué sirve el Ministerio de Justicia? Incluso ¿para qué tenemos 1,800 Municipalidades Distritales en todo el país? ¿No se suponía que los alcaldes son las autoridades más cercanas a la población? Realmente, muchos ministerios y municipios – y otras tantas instituciones estatales – están por las puras. No hacen nada útil… excepto clientelismo político. ¡Para eso si son buenas! En fin… lo real y concreto es que muchos compatriotas viven en sucuchos hechos con esteras o pedazos de cartón y plásticos usados. Incluso hay muchos que ni siquiera tienen eso… y viven en las calles. Y si se tratara de agua y desagüe – ¿de qué nos hablan? – preguntaría esa pobre gente. Entonces – con 1´600,000 familias peruanas sin casa – ¡cómo esperar que la cuarentena tuviera éxito! ¿Cómo van a quedarse en casa?... ¡si no tienen casa! Hasta aquí… la cruda y dura realidad. Pero ¿qué hacer? ¿Cómo corregir esta brutal injusticia? A ver… ¿no será que el tema de las invasiones y tráfico de terrenos tenga mucho que ver en el asunto? Y a ese respecto ¿acaso no hay alcaldes y regidores municipales involucrados? ¡Claro que sí… y muchos! En realidad, muy pocos alcaldes – en todo el país – están limpios. Sobre todo, en el ámbito de los distritos. Entonces, si tenemos identificados a los cabecillas ¿por qué no les cortamos la mamadera? He ahí el detalle. Muchos funcionarios del Estado – del Poder Ejecutivo, del Poder Legislativo, y del Poder Judicial – son también parte de estas mafias. Ellos – coludidos con avezados maleantes – son los que propician las invasiones y el tráfico de terrenos. ¡He ahí el problema! Por eso, no queda otra que empoderar a la ciudadanía para luchar frontalmente contra la corrupción en el Estado. Claro que hay muy buenos funcionarios públicos en el país. Pero arriba – bien arriba – el Estado está dominado por la corrupción. Entonces es utópico esperar que la corrupción se combata a sí misma. La ciudadanía empoderada, incluida cierta prensa responsable y objetiva, somos los llamados a luchar contra la corrupción con decisión y valentía. ¡No hay forma! El gran objetivo debiera ser quitarle a los Municipios Distritales la competencia de otorgar títulos de propiedad a los invasores de terrenos. ¡Ahí está la madre del cordero! Y crear una autoridad nacional autónoma – especializada en la materia – que se encargue de otorgar títulos; y de llevar a cabo un programa masivo de construcción de urbanizaciones populares en todo el país – con todos los servicios básicos bien puestos – y que prohíba y sancione drásticamente a los cabecillas de las mafias de las invasiones y tráfico de terrenos. Por otro lado, el Gobierno debería fomentar la competencia en el sector financiero – a nivel internacional – para reducir las tasas de interés hipotecarias. Y alargar los plazos de dichos préstamos. ¡Ese debiera ser el otro gran desafío! La idea es dignificar – y masificar – la vivienda en el país. ¡No a los sucuchos de cartón y plásticos usados! Es cuestión de justicia elemental.


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