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Fernando Cillóniz / Tabúes de la política peruana


Un tema tabú es como un secreto a voces. Todo el mundo lo sabe, pero nadie se atreve a hablar de él públicamente. Lo políticamente correcto –o incorrecto– tiene mucho que ver en el asunto.


Veamos. El fracaso de la Ley General del Trabajo es un tema tabú. El desmedido crecimiento burocrático del Estado peruano durante los últimos 15 años, también. El fracaso de las empresas municipales de agua y saneamiento. La corrupción en la salud pública. El fracaso de la regionalización. La proliferación de las burocracias distritales en todo el país. Las mafias municipales que promueven las invasiones de tierras. La inoperancia del Estado en materia de administración de justicia. La precariedad del Congreso de la República. La corrupción en el Jurado Nacional de Elecciones. La redundancia institucional en el Estado. El chantaje periodístico en todo el país. La infiltración del narcotráfico en el Estado.


La política peruana está llena de temas tabúes. Sin embargo –en aras del bien y la justicia– es mejor cantar las verdades, aunque resulte políticamente incorrecto. Siempre –por supuesto– proponiendo soluciones para corregir los problemas. Además: ¿no es acaso la ciudadanía la gran perjudicada de los temas en cuestión?


Precisamente por ello –por los trabajadores informales, jóvenes, sobre todo– hay que flexibilizar la legislación laboral. La Ley General del Trabajo –seamos sinceros– es la madre del cordero de la informalidad laboral en nuestro país. ¡Qué importa que chillen las élites laborales formales! La pregunta es ¿cómo formalizar a 12 millones de peruanos que trabajan en condiciones informales? ¡Ese es el reto!


El tema del agua potable no da para más demagogia. Hay que seguir el ejemplo de las concesiones de otros servicios públicos, supervisados por el Estado; como la telefonía, la electricidad, el gas domiciliario, etc. El objetivo es llevar agua potable a la población, a precios razonables. El objetivo no debe ser –tal como ocurre actualmente– mantener las burocracias enquistadas en las empresas municipales de agua y saneamiento, fallidas. Y lo mismo hay que hacer con el recojo de basura y tratamiento de residuos sólidos.


Por el lado de la salud pública, hay que replicar en todo el país las exitosas experiencias de los hospitales Alberto Barton del Callao, y Guillermo Kaelín de Villa María del Triunfo –de la red de hospitales de EsSalud– donde empresas especializadas se encargaron del diseño, construcción, equipamiento, y operación y mantenimiento de los hospitales. Aquí la palabra final la tienen los pacientes y sus familiares. Y las palabras más recurrentes de parte de los pacientes de estos hospitales son: satisfacción, gratitud, aprecio, y otras por el estilo.


Y termino –por cuestiones de espacio– con las mafias municipales distritales. Me refiero a las que promueven invasiones de tierras para la instalación de asentamientos humanos sin ningún criterio urbanístico. Es decir, viviendas de esteras o de cartón, sin agua, sin luz, sin parques ni áreas de recreación, sin escuelas, sin postas médicas, sin comisarías, etc. En síntesis, la indignidad humana en su máxima expresión.


Ante ello, hay que quitarles a las municipalidades distritales la competencia de otorgar certificados de posesión de terrenos. Simplemente, porque en la mayoría de los casos, son los propios alcaldes –y sus regidores– los promotores de dichas invasiones, para lucrar indebidamente con todo lo que sigue a continuación: ventas de esteras y agua en cisternas, titulación de las propiedades invadidas, servicios de seguridad y vigilancia, y otros negocios de baja estofa.


La solución a este respecto pasa por la creación de una autoridad nacional autónoma cuyo fin único sea el de desarrollar –a nivel nacional– urbanizaciones populares para acoger a cerca de un millón seiscientas mil familias peruanas que carecen viviendas dignas. Demás está decir que el financiamiento de este vasto programa urbanístico no requeriría de fondos públicos por cuanto el mismo dinero que cobran las mafias de las invasiones de tierras, alcanzaría –y sobraría– para financiar el proyecto urbanístico en mención.


En fin, estas son ideas –sólo ideas– respecto de ciertos temas tabúes de la política peruana.


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