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Fernando Cillóniz / Para salvar nuestras almas, salvemos nuestras parroquias

Foto del escritor: Análisis EfectivoAnálisis Efectivo

Es mejor enseñar a pescar, que regalar pescado. Es mejor generar empleos productivos, que repartir limosnas a mendigos y pordioseros. Eso está fuera de toda discusión. Sin embargo, en situaciones extremas – como la actual – la ayuda humanitaria, el pan frío, el medicamento, la mascarilla, el centavo, la ropa usada. Todo vale para salvar almas necesitadas.


Bueno pues – en mi opinión – no hay mejor institución que la Iglesia Católica para recibir y distribuir ayuda humanitaria. Yo vi actuar a las parroquias iqueñas luego del devastador terremoto del 2007. Y luego – en el 2017 – cuando se inundaron varios centros poblados de la región a consecuencia del Fenómeno del Niño Costero de aquel año. Y puedo dar fe de ello, son súper efectivas y sobre todo: son justas y honestas.


No es pues casual que ahora – en medio de la pandemia del Coronavirus – la ayuda humanitaria que mejor está llegando a la gente necesitada, sea la canalizada a través de las parroquias articuladas bajo el ámbito de Cáritas del Perú. Una institución de la Iglesia Católica especializada – logística y administrativamente – para esos menesteres. Su alcance es total a nivel nacional. Llegan hasta los lugares más recónditos de nuestro país, incluso allí donde el Estado – prácticamente – no tiene presencia.


Entonces, tenemos que salvar a nuestras parroquias para que la ayuda humanitaria llegue a las almas necesitadas. El problema es que la cuarentena las está quebrando, al igual que a muchas empresas y familias peruanas. ¡Nos estamos quedando sin capacidad de socorro a los desamparados!


Más aún, muchas parroquias brindan servicios de educación y salud para sus parroquianos. Mejor dicho, brindaban, porque algunas se están quedando sin recursos. Educación en valores como verdad, justicia, bien y vida; precisamente los valores más ausentes en la moral mundana de los tiempos actuales. Incluso, muchas cuentan con infraestructura para la práctica del deporte y todo tipo de actividades artísticas y culturales. El viejo lema “Mente Sana en Cuerpo Sano” es real – no un cliché – en dichas parroquias. Y todo eso – sumado por supuesto al culto y demás actividades religiosas – se está perdiendo con la cuarentena.


Es verdad que algunos se están frotando las manos – de puro gozo – de ver sucumbir a ciertas parroquias de nuestro país. Qué desaparezca la iglesia, dicen aquellos amargados. Pero eso no va a suceder. Los peruanos – la inmensa mayoría de peruanos – no lo vamos a permitir.


Así como han aparecido mil y una iniciativas ciudadanas de ayuda humanitaria – todas ellas excelentes y admirables – debemos incluir también a las parroquias en esas campañas. En realidad, es mínimo lo que necesitan para que sigan operando. Es cuestión de sufragar los gastos de unos pocos – y abnegados – trabajadores parroquiales para que tengan acceso a lo básico: alimentación, vestido, gastos de transporte, servicios públicos, luz, agua, telefonía, internet, etc. y nada más.


Démosles una mano a nuestras parroquias. Cáritas del Perú es una excelente vía para apoyarlas. Pero también podemos ayudarlas depositando nuestra ayuda directamente a sus cuentas bancarias a través de la internet. Unidos – y de acuerdo a las posibilidades de cada uno, incluso de sol en sol – lograremos el cometido. Y oremos como Santo Tomás Moro: Concédenos Señor una buena digestión, y también algo que digerir. Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y permanezca para siempre. Incluso sobre los amargados – y troles – que quieren desaparecer a la iglesia de la faz de la tierra. Y que durante esta cuarentena – y siempre – mantengamos bien en alto el sentido del humor. Amén.


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