En este caso, los cuervos representan a los 105 congresistas que vacaron al Presidente Vizcarra. Y el personaje al que le sacaron los ojos es –adivinen quién– el ahora ex Presidente Martín Vizcarra.
En realidad, todo viene de atrás… desde cuando vacaron a PPK. Aunque en sentido estricto, a PPK no lo vacaron. PPK renunció. Pero era cuestión de horas –o minutos– para que el Congreso de entonces lo vacara.
La traición de Vizcarra fue determinante para la salida de PPK. Y –por ende– para su designación como Presidente de la República. Lo que vino después, es historia conocida… se le subió el moño.
Pechadas –y más pechadas– contra el Congreso. Un referéndum claramente oportunista, provocador y anti congresal. –¡No a la reelección de los detestables congresistas!– había que darle gusto a la turba. Luego –¡disolver el Congreso de la República y convocar a una nueva elección congresal!–. ¿Cómo así? Pues por la denegación de confianza fáctica. ¿Qué es eso de fáctica? Pregúntenle a Vizcarra, porque nadie lo sabe… excepto él.
Sin embargo, a pesar de no pocos escándalos como el de Richard Swing y sus secretarias, más decenas de testimonios coimeros en su contra, Vizcarra –terco y altanero– siguió pechando al nuevo Congreso. ¿Qué pasó después? Pues pasó lo que tenía que pasar. Vizcarra –bien merecido– fue vacado por una inmensa mayoría de congresistas. Parlamentarios que él mismo gestó con la disolución del Congreso anterior. Los cuervos que él mismo crio, le sacaron los ojos.
¿Soberbia? ¿Altanería? ¿Vanagloria? Ciertamente Vizcarra no es un tipo humilde. Parecía que sí… pero no. Aquí estoy con la frente en alto, dando la cara, impoluto, sin remordimiento alguno, no me van a doblegar, seguiré luchando contra la corrupción, los grandes empresarios se están vengando, bla, bla, bla; poco le faltó para decir que él era perfecto, y que los peruanos –todos menos él– éramos unos idiotas.
El hecho es que todos los peruanos vimos un espectáculo increíble. La vacancia de un Presidente en cuestión de horas. El nombre de la obra teatral bien pudo haber sido – la corrupción contra la corrupción –. Efectivamente, eso de ver a congresistas corruptos rasgarse las vestiduras en señal de protesta contra la corrupción, fue todo un espectáculo.
Los corruptos siempre fungen de moralistas. Al menos, el lunes 9 de noviembre pasado –el día de la vacancia de Vizcarra– todos los congresistas fungieron de santurrones. Ese día había un sólo corrupto en el magno recinto del Congreso de la República: el Presidente en proceso de vacancia. Ese día, las mafias universitarias –y todas las demás– se disfrazaron de paladines de la justicia y la moral. Y como establece la norma… Merino –el Presidente de la Mesa Directiva del Congreso– asumió la Presidencia de la República. Esa fue la gota que derramó el vaso.
El pueblo se volcó masivamente a las calles… no para respaldar a Vizcarra, sino para protestar contra el zarpazo del nuevo Congreso. –Merino no me representa– fue el grito de la calle. Tan potente fue la protesta que –a los pocos días– Merino renunció. ¿Fue legal la vacancia de Vizcarra? Seguramente… aunque hay quienes dicen que no. Pero ese no es el tema. El tema es que la gente no quiso a Merino. Sobre todo, los jóvenes… que son la mayoría. Y ahí estamos hoy.
En fin… como se dice coloquialmente –es lo que hay–. ¿Qué se puede hacer? Pues exigirle al Congreso de la República que consensue una salida constitucional a este desmadre. Exigirle al Tribunal Constitucional que precise el término “incapacidad moral permanente” y que norme respecto de su aplicación. Y consolidar la institucionalidad presidencial en nuestro país.
Y –desde la ciudadanía– estar vigilantes. Denunciar con valentía y objetividad todo maltrato o acto de corrupción de parte del Estado. Incluso, del ámbito privado. Y estar unidos. Y que pase el tiempo. Y que venga el nuevo gobierno. Y que elijamos bien. Y que nos cuidemos del COVID. Y que venga la bendita vacuna. Y que termine todo este caos.
Y que esos cuervos –saca ojos– entiendan que una cosa es la legitimidad social, y otra cosa es la legalidad congresal. Y que una cosa es servir a la población, y otra cosa es servirse de la población. Y que una cosa es lo moral, y otra cosa es lo legal.
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