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  • Foto del escritorFabiola Morales

Fabiola Morales / Violencia familiar 



Dos denuncias de violencia contra la mujer se han vuelto mediáticas: la de la esposa del jugador de fútbol Christian Cueva, en el ámbito local, y, en el internacional, la de la esposa del ex Presidente de Argentina, Alberto Fernández; sin embargo, este grave problema de maltrato contra las personas más vulnerables existe en muchas más familias y, en un gran porcentaje, llega incluso hasta el asesinato. En el Perú se registran 146 casos de mujeres asesinadas en 2023.

 

El Estado, sin embargo, se muestra incapaz de reducir estas cifras, a pesar de tener un Ministerio de la Mujer y entes de la Fiscalía, Policía Nacional y Poder Judicial especializados en prevenir y luchar contra estos delitos, y para lo cual manejan un presupuesto importante, tanto público como de ONG; pero, al parecer, no se encuentra la estrategia más adecuada para reducir las cifras de la violencia familiar que tienden a aumentar año a año.

 

Todos sabemos que la raíz del problema está en la educación que se recibe en el hogar y que la escuela refuerza; pero si las instituciones públicas y algunas privadas se apuntan a atentar contra la familia, principio básico de las comunidades, con propaganda materialista y hedonista que financian organismos internacionales y países “desarrollados”, se ahondan los conflictos familiares favoreciendo el individualismo y egoísmo.

 

La institución familiar de padres e hijos e incluso abuelos, en muchos casos, unidos en la tarea de formar a las siguientes generaciones, ha sido garantía, a lo largo del tiempo, de un hogar que transmite los valores humanos y cristianos (en nuestros países occidentales), en un ambiente positivo, donde los éxitos y las dificultades se viven desde la perspectiva del amor sin perder la serenidad y la actitud optimista.

 

Este modelo de institución familiar donde se forman personas como nuestro campeón mundial de natación, Medalla de Bronce en los Juegos Olímpicos de París, Stefano Peschiera, es el que está en peligro. Hemos visto la sencillez y la empatía de Stefano con todos, ofreciendo su triunfo a su abuelo, quien lo inició en el manejo de la vela desde los 5 años, formándolo en la fortaleza y constancia que requiere este deporte. Lo hemos visto rodeado de su familia, que en todo momento lo alentó y acompañó. Ha conmovido cómo, apenas llegó, le entregó la medalla a su nana y corrió a agradecer su triunfo a las Nazarenas, a los pies del Señor de los Milagros.

 

Stefano ha logrado una medalla olímpica para el Perú, después de más de 30 años sin que lográramos subir al pódium de los mejores del mundo y, a pesar de que muchos han comentado que no ha recibido apoyo del Estado ni de ninguna institución olímpica que debe ayudar a los deportistas, él no ha tenido palabras de resentimiento. Muy por el contrario, con espíritu de apertura, ha compartido su triunfo con todo el país.

 

Asimismo, la institución educativa pública y privada ha sido capturada por la “ideología de género”, donde se les prepara para ser parte de la “manada” de una sociedad materialista y hedonista. Lo estamos viendo en colegios donde el costo de las pensiones escolares alcanza miles de dólares y donde los millonarios envían a sus hijos a que aprendan a “brillar” siendo parte de las élites de una sociedad competitiva que usa a los demás y los descarta, pero no para cambiar el mundo, construyendo una cultura más humana, más solidaria y, por tanto, más pacífica.

 

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