“A partir del 1 de marzo, se acaba la cuarentena por la pandemia en la capital”; pero a este titular de “noticia conveniente”, agregan apéndices de recortes a las libertades ciudadanas, como el toque de queda, la no circulación los domingos, entre otros. Haciendo énfasis en que se abrirán malls, peluquerías, artes escénicas y restaurantes. Sin embargo, los templos, por mandato del gobierno de Francisco Sagasti, deben permanecer cerrados en Lima al 100%, a similitud del gobierno de Martín Vizcarra que, por quitarse esa paja, se aseguraba que, en la lista de sus “prohibiciones totales”, estuvieran las iglesias. Hasta que, algunos obispos como el de Piura, monseñor José Antonio Eguren, en un acto de fe religiosa y valentía -con las medidas pertinentes y el acompañamiento de la Policía- sacó el Santísimo Sacramento en procesión, para que bendiga al pueblo, especialmente en los hospitales.
Los católicos, a diferencia de algunas confesiones cristianas protestantes, necesitamos la asistencia a los templos, porque creemos que en la Eucaristía está el Cuerpo de Cristo, con su presencia real. Es por eso que la Misa es el centro y raíz de nuestra vida, y es vital la Comunión y las visitas al Santísimo Sacramentado, porque fortalecen nuestra vida de amor a Dios y las personas. Los medios de comunicación y las redes sociales nos trasladan de manera virtual y no real a las iglesias; como tampoco nos trasladan a los restaurantes para disfrutar de un buen plato de gastronomía peruana.
Por eso, llama la atención que, así como hay tanto interés legítimo, de parte de quienes pierden dinero con esta cuarentena, como los restaurantes, malls y peluquerías, no lo haya de tantos cristianos. Tal vez, los católicos equivocadamente esperamos la voz de los religiosos, sacerdotes y obispos para exigir el derecho humano a la “libertad religiosa”, ignorando los avances del Concilio Vaticano II, sobre el rol y el empoderamiento del laico en la Iglesia.
En Lima, las tiendas en general, las galerías y malls, tienen la venia del Gobierno para un aforo del 30%; las tiendas de abastecimiento, supermercados, bodegas y farmacias 50%, los bancos y entidades financieras 50%, todos los cuales poseen servicios de delivery; las artes escénicas 30% y restaurantes 40% al aire libre. Pero los servicios religiosos 0% y las misas 0%. ¿Acaso no se puede hacer una misa o un servicio religioso al aire libre? ¿Acaso, se contaminan menos las personas comiendo o disfrutando de un espectáculo o de los servicios de una peluquería que acudiendo a misa?
La última vez que asistí a misa, fue en la Iglesia Nuestra Señora del Consuelo de Surco, la celebraba el padre Pablo, quien escribe en esta misma página editorial; el templo es amplio y bien ventilado, porque tiene un cielo raso muy alto, enormes puertas y grandes ventanales; no había bancas sino sillas con distanciamiento de dos metros y se cumplía a pulcritud con todos los protocolos sanitarios. Además, el atrio de la Iglesia es de gran tamaño, como para celebrar, perfectamente, la misa al aire libre.
Ya basta de hipocresías y de mentiras; este gobierno, como el de Vizcarra, nos está ofreciendo demasiadas señales para concluir que se trata de un grupo de totalitaristas o acólitos de materialistas, asiduos al poder por casualidad y sin mayor respaldo, que siguen a pie juntillas las “estrategias gramscianas” de asalto a las libertades por un Estado injusto, opresor y corrupto.
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