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 Fabiola Morales / Ni seguridad, ni ciberseguridad 

  • Foto del escritor: Fabiola Morales
    Fabiola Morales
  • 2 mar
  • 3 Min. de lectura


El domingo pasado, nos condolíamos por los muertos y heridos causados por el desplome de parte del techo del patio de comidas del C.C. Real Plaza de Trujillo, un hecho de clara falta de seguridad que pudo y debió prevenirse; y ahora nos sorprende la noticia de un ataque de hackers contra el derecho a la privacidad de los datos personales de los clientes de las farmacias del mismo grupo económico Intercorp que, por cierto, ya sufrió otro, en aquella vez, contra los clientes de Interbank, sin duda, una falta de ciberseguridad.

 

Es válido preguntarnos entonces: ¿Este grupo económico no es capaz de asegurar la seguridad y la ciberseguridad de sus clientes? ¿O le basta con soltar en las plazas mediáticas a sus gerentes y funcionarios que, con cara de palo, solo saben responder que “no se explican por qué fallaron las estructuras en su local de Trujillo”? ¿No saben que la delincuencia informática existe? ¿No saben que también, como en el caso de las estructuras, se pueden prevenir estas tragedias del robo de información íntima, que vulnera a las personas que han confiado sus datos al banco o a las farmacias?

 

El riesgo del uso indebido de los datos personales existe, como existe el derecho de los clientes a que la información que entregan a las empresas o instituciones por diversos motivos sea debidamente resguardada y protegida; porque, de lo contrario, se está poniendo a estas personas en manos de delincuentes que, con facilidad, pueden proceder a su geolocalización para extorsionarlas, robarlas o secuestrarlas; o, al menos, vender sus datos a grandes compañías de marketing que —todos tenemos la experiencia— nos llaman al teléfono celular, de manera insistente, para vendernos sus productos.

 

Ahora resulta que nuestros datos personales, que con tanta prolijidad nos solicita y exige el banco, no se guardan en una caja fuerte, sino que, probablemente para recortar gastos, exponen a sus clientes a merced de los delincuentes informáticos por falta de sistemas de ciberseguridad que protejan su información digital. Lo mismo en el caso de las farmacias, que no solo nos solicitan el número del documento de identidad, incluso a “cambio de puntos” ofreciendo descuentos, sino que también guardan nuestro número de teléfono y dirección cuando solicitamos pedidos por “delivery”, que, por cierto, nos lo cobran aparte.

 

Los negocios, al igual que deben velar por la seguridad de sus locales físicos, deben también hacerlo con sus recursos digitales frente a ciberataques que sustraen información confidencial e íntima, como los datos financieros, particularmente de sus clientes, que se los confían. Hay especialistas y compañías de prestigio que ofrecen estos servicios de ciberseguridad, una inversión que toda empresa financiera con un mínimo de seriedad debe contratar; pero pareciera que algunas no se han enterado.

 

Primero el banco y ahora las farmacias: un segundo ataque de los ciberdelincuentes al mismo grupo económico ya no parece ser una casualidad, sino un evidente desinterés por protegerse y proteger a sus clientes del acopio ilegal de sus datos personales.

 

La ciberseguridad viene de la mano con el desarrollo de las TI (tecnologías de la información), que no se puede descuidar y que es necesario colocar sobre la mesa de la discusión pública, como “la geolocalización, los sistemas de vigilancia y la interceptación ilegal de las comunicaciones”, que, con amplitud y profundidad, el politólogo Juan de la Puente desarrolla en su libro La humanidad vigilada. ¿El fin de la intimidad?, que es imprescindible leer para entender estos nuevos retos del siglo XXI.

 


 

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