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Fabiola Morales / Mejorando la representación nacional 



El Congreso de la República, no es una novedad, tiene un bajo porcentaje de popularidad; pero, además, en estos momentos, está siendo cuestionado por otros poderes del Estado e incluso por algunas instituciones internacionales y representantes de países extranjeros, por distintas decisiones que se convierten en leyes. El Congreso es un poder autónomo, sin embargo, no puede legislar ajeno a la ciudadanía que lo eligió y a quien representa.

 

El voto depositado en las urnas el día de las elecciones elige a los representantes en el Congreso, pero la escucha y la relación del congresista con la población y las instituciones, debe ser, necesariamente, constante a través de las audiencias públicas y las semanas de representación que están previstas en su calendario de trabajo. Todo proyecto de ley, es cotejado con la opinión de los especialistas, a quienes se pide opinión, pero también, debiera ser con los ciudadanos involucrados.

 

La democracia, no se construye solo con la llamada a elecciones, por muy limpias y transparentes que sean, sino en el día a día, en que se desarrolla la agenda nacional del Parlamento y el Ejecutivo. Porque, si bien, nuestro sistema es presidencialista, debe construir consensos con el gobierno, en nombre de la población que representa y a quién, finalmente, va a rendir cuentas.

 

Pocas veces, como ahora, el Congreso ha adquirido protagonismo y poder; pero la razón es que al frente tiene un gobierno débil, cuya permanencia depende casi, exclusivamente, del soporte del Legislativo, porque no tiene una bancada que lo represente; por tanto, como ha dicho la misma Presidente, Dina Boluarte, recurre a sus amigos en los grupos parlamentarios o también a los “no agrupados”, segunda fuerza parlamentaria.

 

Las autógrafas que son enviadas al Ejecutivo, reciben críticas del gobierno y hasta deciden observarlas, sin embargo, en la gran mayoría de veces, han vuelto al Congreso que las aprueba por insistencia. Donde el gobierno tiene poder es en la elaboración de los Reglamentos que, tantas veces, los publica tarde o nunca y los ajusta a la voluntad del sector gobernante, en ocasiones, hasta modificando el espíritu de la ley, de manera abusiva.

 

En este panorama actual, el Congreso ofrece estabilidad al Gobierno; pero a cambio, legisla sin filtros; no siempre a favor de la ciudadanía a quien “representa”; porque hay una mayoría de congresistas, cuya conducta deja mucho que desear, tanto por los abusos que cometen con sus trabajadores, como se ha comprobado, como por su falta de conocimiento, de prudencia y de manejo de los asuntos públicos.

 

Es, por tanto, necesario y urgente, mejorar la representación nacional, un problema mucho más complejo de lo que parece. Las personas que están preparadas y tienen dotes de liderazgo, no están interesadas, normalmente, por la actividad política; los ciudadanos no miden, hasta qué punto, las decisiones del poder político, afecta nuestras vidas de cada día.

 

Hay ciudadanos que incluso, prefieren un día de playa, antes de cumplir con elegir a sus representantes, una gran mayoría no pertenece a ninguna organización ciudadana que los empodere para exigir derechos y cumplir sus deberes de aportar a la comunidad, de acuerdo a su preparación y áreas de interés.

Como dice el refrán: “Del cuero salen las correas”, por tanto, quienes son parlamentarios, son el reflejo de nuestra sociedad, son producto del voto popular y consecuencia de la responsabilidad –o la falta de ella– que todo ciudadano debe asumir, ejerciendo sus deberes y derechos en la actividad pública.


 

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