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Fabiola Morales / ¿Matrimonio civil infantil?


Los argumentos de un añoso congresista que ha sido juez en Chiclayo -cuyo nombre es mejor no recordar- con la finalidad de impedir que se suba la edad para celebrar el matrimonio civil en el país, es un escándalo que ha dado la vuelta al mundo mediante las agencias de noticias: “Las relaciones sexuales tempranas ayudan al futuro psicológico de la mujer”, afirmó.


La discusión se ha abierto en el Congreso, a raíz de la presentación de un proyecto de ley que prohíbe el “matrimonio infantil”, porque busca cambiar el actual Código Civil que, si bien permite contraer matrimonio desde la mayoría de edad, también accede a que un juez pueda dar dispensa para que los adolescentes se casen desde los 14 años, con el consentimiento de al menos uno de los padres.


En el Perú, se cuenta con más de 4 mil matrimonios civiles adolescentes realizados entre el 2013 al 2022, a la edad que, como dicen los especialistas, “no termina de formarse el cerebro que gobiernan las hormonas”; y esto sucede, sobre todo, en las comunidades indígenas, y en las zonas rurales y urbano marginales del país, donde muchas veces los padres acceden a cambio de tierras, o cualquier otra prebenda.



El desarrollo de la persona, pasa por etapas distintas, por tanto, los padres y los educadores, deben estar atentos para que los niños y los adolescentes, las vivan adecuadamente. A edades tempranas, el ser humano, aprende y se prepara, fundamentalmente, para asumir con madurez las responsabilidades y compromisos propios de su crecimiento.


El hecho de que las redes sociales ofrezcan una gran oferta de contenidos, no nos asegura que sean de utilidad para los jóvenes; por el contrario, es necesario enseñarles a distinguir la información, de la desinformación (fake news), lo mismo que a contrastar fuentes, buscar el contexto, preguntar y consultar con especialistas.


A los niños y adolescentes hay que cuidarlos y protegerlos en la casa y en las instituciones educativas; pero con el aumento de las llamadas “familias disfuncionales” o las múltiples ocupaciones de los padres, el peso de la educación es mayor en los colegios y en los abuelos que están llamados también a empatizar con sus nietos y acompañarlos en su crecimiento.


Aunque una ley por sí misma no cambia la realidad de las “uniones tempranas” que es necesario superar mediante la educación adecuada, expresa la voluntad del Estado por desarrollar políticas públicas que tengan como objetivo mejorar la educación integral de los niños y adolescentes.


Nos causa extrañeza, sin embargo, que este proyecto de ley, para prohibir el matrimonio civil de menores de edad, esté patrocinado por quienes están a favor de la “ideología de género”, como es el caso incluso de una exministra que apoyaba desde los colegios una educación sesgada y extraña a nuestra cultura para los niños y adolescentes. Ojalá no esconda una sorpresa en la que “el remedio sea peor que la enfermedad”.


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