Sorprendió la presidencia de la República, con el nombramiento de un “vocero”, queriendo emular al del gobierno americano en la Casa Blanca, cuando en el Perú, lo es el Presidente del Consejo de Ministros, con suficiente información y preparado políticamente, para asumir estas funciones.
El punto es que los gobiernos peruanos, nunca aciertan con las estrategias de comunicación que son la herramienta fundamental para ejercer las acciones de Estado, de cara a la ciudadanía y los actores mediáticos que ejercen influencia sobre la opinión pública.
El derecho a la información que tienen los ciudadanos debe ser colmado por todos los poderes públicos y para eso existe la Ley de Transparencia; pero la información del gobierno, no puede estar en manos de quienes creen que su deber es preservar la buena “imagen” de las autoridades a cualquier precio.
La imagen, tiene un respaldo en el prestigio de un trabajo bien hecho, un comportamiento probo, del avance en la gestión y la información de las dificultades y errores, también, en el ejercicio de lo público. Todo lo cual, lo deben enseñar en las Facultades de Comunicación y en sus especialidades en Comunicación Organizacional, a lo cual se debe añadir la práctica en el trabajo diario.
Pero vemos, con frecuencia y poca transparencia, que los periodistas, saltan de sus plataformas de comunicación a las direcciones de Imagen o a asesorías de “media training” para ayudar al funcionario a enfrentar a sus entrevistadores que, a veces, son ellos mismos, para “dupletear” ingresos.
Así defraudan a sus públicos y a la ciudadanía que, como bien lo demostró el maestro José María Desantes, es el “sujeto del derecho a la información”. En consecuencia, podemos hablar de un contubernio entre la prensa y el poder que de ninguna manera favorece a la democracia.
Como contubernio existe, cuando quienes se irrogan el derecho a informar desde las distintas plataformas mediáticas, ya no saben lo que significa el derecho de sus públicos; sino que toman partido abiertamente por una u otra tendencia política. Los medios ya no manifiestan de manera abierta su línea editorial, a la que tienen derecho, sino que la ocultan a un público que cree en una información que está totalmente sesgada por la ideología o los intereses del momento.
Los poderes públicos y sus entidades, tienen suntuosos departamentos de comunicación dirigidos por gerentes o directores, a quienes acompañan un numeroso personal y la última tecnología; pero en realidad, no son más que unidades de propaganda o marketing que nada tienen que ver con la información pública.
Así el Director de Comunicación que debe trazar las Estrategias y las acciones de información, con base a los avances de la gestión pública, se convierte en una suerte de “vasallo” del poder de turno, perdiendo el norte que siempre es el de servir al ciudadano con la información correcta, real y de servicio al bien común.
Peor aún, si el Director de Comunicación acepta el vasallaje, desprestigia hasta a su propio jefe, como sucedió en el famoso caso de los relojes Rolex de la Presidente Boluarte. Se confió, al parecer en el criterio de sus abogados, pero no de sus asesores de comunicación y decidió “callar” cuando debía hablar y decidió tarde, muy tarde, dar una “versión” muy poco creíble que, como es lógico, abona negativamente en su alicaída imagen.
Sin transparencia e información, no hay democracia; así que cuando los actores mediáticos busquen a quien echar la culpa de la debilidad de la nuestra, mírense a sí mismos.
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