La noticia de un golpe de Estado en Bolivia corrió rápidamente, como también que el general Juan José Zúñiga, quien dos horas antes se habría enfrentado al Presidente de la República, Luis Arce, aduciendo que “la democracia boliviana debía ser reparada”, se retiraba del Palacio Quemado, sin ningún disparo, en una de sus tanquetas; en principio, sin ser detenido.
Por eso, mientras varios mandatarios se apresuraron a respaldar la democracia, otros no entendían lo que había pasado en el vecino país del sur; mientras tanto, analistas bolivianos aseguraban que se había producido un “autogolpe efectista” destinado a colocar el foco del interés en un asunto distinto a los problemas económicos y políticos por los enfrentamientos entre las dos cabezas más importantes del Movimiento al Socialismo (MAS), Arce y el expresidente Evo Morales.
Más adelante se supo que el general Zúñiga, uno de quienes habría ascendido más por sus redes políticas que por sus méritos militares, cuando el gobierno del MAS “reformó” las instituciones castrenses, era cercano al presidente Arce y había sido destituido como jefe militar por sus declaraciones en contra de Evo Morales. Sin embargo, el encumbrado experto en Inteligencia finalmente fue detenido, justificándose así, por parte del gobierno, un “golpe fallido”.
Arce, quien fuera ministro de Economía de Morales –a quien muchos le atribuyen el “milagro económico” del Estado Plurinacional de Bolivia que coincidió con el alza de los precios internacionales de los “commodities”– se convirtió en su delfín, sobre todo, cuando este tuvo que abandonar el poder en 2019 por acusaciones de fraude y nombrar a un candidato para las elecciones que se produjeron después de un gobierno interino, cuyos resultados volvieron a favorecer al MAS.
Sin embargo, tanto Luis Arce como Evo Morales lideran ahora dos facciones del MAS que están enfrentadas dentro del partido y en el Parlamento, de cara a las próximas elecciones de 2025, ya que ambos pretenden ser otra vez candidatos a la presidencia. Arce se queja, en estos momentos, de la oposición en el Congreso de una parte de la bancada oficialista, fiel a Morales.
Por otro lado, la Bolivia de Arce tiene agudos problemas económicos, no hay dólares disponibles en el mercado y aunque su precio oficial ronda los 7 bolivianos, en el mercado negro se consigue difícilmente por 10 y se afirma que mantienen más de 12 tipos de cambio paralelos. Asimismo, sufre el agotamiento de los hidrocarburos y la caída en la producción del gas, al punto que importa petróleo inclusive de su vecino Paraguay, un país que no lo produce; más de la mitad de gasolina y el 86% de diésel que consumen proceden del exterior.
Los productos básicos también han empezado a escasear; a consecuencia de todo lo cual, los bolivianos organizan protestas y bloquean carreteras; sobre todo, los transportistas y comerciantes que sienten la pegada de la falta de combustible y los dólares para las importaciones. Las medidas económicas tomadas por Luis Arce, desde el gobierno, parecen no dar los frutos que espera.
Desde el punto de vista institucional, Bolivia también está debilitada; todo lo cual ha impactado en su popularidad; lo que ha llevado a mucha gente a creerle al general Zúñiga, cuando acusa al presidente de “montar un autogolpe para levantar su alicaída imagen”, en busca de su reelección, a pesar de la oposición de Evo Morales, quien también ha proclamado su candidatura para sorpresa de Arce.
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