La presidenta del Consejo de Ministros (PCM), Mirtha Vásquez (40% de aprobación, según Datum), se presentó ante el Congreso de la República con el gabinete, para solicitar su investidura, conforme lo exige la Constitución.
El Reglamento obliga puntualmente que, en este acto, se exponga y se debata la política general de gobierno; así como también, se argumenten las principales medidas que requiere la gestión de las mismas.
El cambio de Guido Bellido ha sido positiva, más que por el fondo, por la forma que, en política, no es asunto menor. Se supone que, en esta vez, en el recinto parlamentario no haya gestos provocadores, como en el caso anterior, cuando vimos a un Bellido “chacchando” hojas de coca que llevaba en una bolsa de plástico o dirigiéndose en quechua, sin darse el trabajo de traducir a una audiencia que, mayoritariamente, no entendía.
El perfil de la actual PCM, en lo que se refiere a las formas, es distinto, mas no en el fondo. Se trata de una militante de izquierda que ha preferido no inscribirse en ningún partido político, tiene experiencia como parlamentaria y ha servido ya como “alfil” de una minoría, para que los seguidores del Partido Morado le dieran vuelta a la tortilla de una mayoría que eligió al entonces presidente del Congreso, Manuel Merino, como sucesor de Martín Vizcarra, y colocarán a Francisco Sagasti, dejando a Mirtha Vásquez en la conducción de un Congreso que supo domar.
Este es el mismo papel que el gobierno y sus nuevos aliados esperan que la actual PCM desempeñe, porque se quiere pasar por alto la obvia corrupción encabezada por los ‘Dinámicos del Centro’, políticas públicas: favorables a la siembra de la hoja de coca, contra la inversión privada, sin obra pública, entre otros, y a favor de cuestionados ministros.
El gabinete se presenta cuando la desaprobación del Presidente Pedro Castillo ha subido cuatro puntos en un mes en todo el país (50%), según Datum, y en Lima es del 63%. Justamente por la presencia de ministros cuestionados; así como también la percepción de un “Presidente en la sombra”: Vladimir Cerrón, asunto que rechaza el 52%.
El 73% de los encuestados está en desacuerdo con el nombramiento de Carlos Gallardo como ministro de Educación, “por su ex militancia en la Fenate con nexos con el Conare, considerado brazo político del terrorista SL”. Quien, además, ha remplazado a Juan Cadillo, un joven y laureado profesor que insistía en el ascenso de los profesores por sus méritos.
Más cuestionado por los medios es Luis Barranzuela, ministro del Interior, que proviene de la “cuota” Cerrón, se trata de un Policía retirado por observaciones de conducta y que se desempeñaba como abogado del exgobernador de Junín. En la citada encuesta el 62% señala que “no genera confianza en la lucha del gobierno contra el narcotráfico, el terrorismo, la corrupción y la delincuencia.” Más aún cuando sus acciones han sido contradictorias.
En cuanto a la ministra de Cultura ha sido vocera del caso La Cantuta, directora de la ONG EPAF, de búsqueda de personas desaparecidas, cuyo trabajo ha sido considerado parcializado en contra del actuar de las Fuerzas Armadas, contra el terrorismo, por algunos sectores políticos en el Parlamento.
El voto de investidura que busca el Ejecutivo en el Congreso dependerá no tanto de las formas, sino de los “cambios” que los grupos democráticos esperan para que, por fin, el país empiece a moverse y dejar la parálisis que produce la falta de confianza en quienes sólo quieren otra Constitución.
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