El Tribunal Supremo de los EE.UU. con 6 votos a favor y 3 en contra, abolió el derecho a terminar con la “vida de los niños por nacer en el vientre de su madre” desatándose un festejo inimaginable de los grupos Pro Vida delante de la Corte, un hecho que ha ocultado la prensa internacional y que más bien ha recogido la “tristeza” del actual presidente, Joe Biden, de un ala de los Demócratas y de las ONG como Planned Parenthood -acusada de obtener grandes ganancias con el negocio de aborto- y de algunas empresas como Amazon, Citygrup, Uber, Levistrauss, Lyft o Yelp.
Aunque Biden dijo en un mensaje a la nación que la Corte terminó con más de cien años de libertades, el fallo del tribunal anuló la sentencia Roe vs. Wede de 1973 que reconocía el derecho constitucional de la mujer al aborto y lo legalizaba en todo el país. Esta ley permitía aborto entre las 24 y 28 semanas de gestación; pero los jueces actuales, fueron enfáticos en señalar que su decisión se basa en que la Constitución “no menciona” el derecho al aborto, por tanto, se debe eliminar y así restablecer la “capacidad de los estados” para prohibirlo.
En un largo artículo de la gobernadora de Michigan, Gretchen Witmer, publicado en el The New York Times y que recoge El Comercio, defiende el “derecho al aborto” con una mirada parcial, con base a la “libertad de las mujeres a decidir sobre su cuerpo” y se indigna porque sus hijas no gozarán de ese derecho, sin pensar ni mencionar a sus eventuales nietos, a quienes se les estaba negando el “derecho de todos ser humano a nacer”.
Esta mirada parcial y equivocada es lo único a lo que pueden aludir los colectivos Anti Vida, propia del pensamiento liberalista, pero que ahora también es compartido por el neomarxismo, ya que como afirma el dicho popular, “los extremos se atraen” y en este punto coinciden: unos por negocio y otros porque se les ha caído el eslogan de la lucha de clases, en el que ya nadie cree.
Para defender los derechos de la mujer al aborto evitan afirmar que la mujer a la que aludimos en este caso es una “madre”, porque lleva en sus entrañas a un “hijo” o a dos, que ha concebido. Por tanto, su narrativa es falaz, desde el momento en que está basada en uno y no en dos protagonistas: la madre y el niño por nacer. Ignorar esta realidad, cuando la tecnología médica nos permite mirar e imprimir imágenes del desarrollo del ser humano en el vientre materno, es una necedad supina.
Como es una necedad afirmar que el hijo es parte del cuerpo de la madre. Como si se tratara de un apéndice que en momento que se infecta, se retira mediante una cirugía para recupera la salud. La ciencia nos muestra cómo desde que se une el espermatozoide del varón al óvulo de la mujer, se da inicio a un nuevo ser que va creciendo, conforme se producen las divisiones celulares con un ADN propio, distinto al de los padres.
Por tanto, aunque haya casos de madres adolescentes, madres solas o madres por violación, nada justifica acabar la vida del ser humano que, una vez concebido, tiene derecho a la vida. Harían bien los gobiernos como EE.UU., las ONG y empresas Anti Vida en invertir en soluciones concretas para ayudar a esas madres e hijos, con atención médica, como psicológica y social.
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