Acaba de ocurrir un “apagón informático” que ha tenido consecuencias preocupantes en todo el mundo, tras una interrupción de Microsoft que afectó los sistemas operativos de aeropuertos, bolsas de valores, bancos, medios de comunicación, cadenas de tiendas, escuelas, oficinas de la administración pública, servicios de emergencia y empresas de distintos sectores.
Las primeras perjudicadas fueron las empresas de aviación, que empezaron a tener problemas de gestión de viajes en línea, reservas y facturación. Por tanto, los vuelos sufrieron retrasos o cancelaciones en los más importantes aeropuertos de Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y diversos países de África, Asia y Latinoamérica, donde se advirtieron las mismas dificultades. En China, se produjo el fenómeno del “pantallazo azul” en las computadoras, lo cual impidió el acceso a la comunicación de numerosos usuarios.
Según los especialistas, lo sucedido con Microsoft se debe a que, al colocar una nueva versión de antivirus informático, los mismos que se renuevan a diario para ofrecer mayor seguridad a los clientes frente a posibles ataques de los “ciberdelincuentes”, se produjo un efecto de incompatibilidad con el sistema, lo cual desencadenó este problema global a gran escala.
Por su parte, la empresa responsable de la ciberseguridad, CrowdStrike, afirmó en la red social “X” que las interrupciones fueron causadas por un “defecto encontrado en una única actualización de contenido de su software en los sistemas operativos Microsoft Windows” y pidió a sus clientes reiniciar sus computadoras para superar el problema o, de lo contrario, comunicarse con sus especialistas. Insistió en que no se trataba de un “ciberataque” de piratas informáticos.
Los países más afectados, como es lógico, fueron los más desarrollados en tecnología de computación, quienes lo calificaron como el “mayor apagón informático de la historia” que perjudicó a aerolíneas como Delta, United, American Airlines, Volaris y Latam; las oficinas de la Seguridad Social en Estados Unidos; servicios de salud en Alemania, Israel y el Reino Unido; los bancos de Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Gran Bretaña; así como los sistemas de pago de las empresas, porque para realizar un pago digital exitoso se requiere de una cadena de operaciones y, si alguna falla, no se llega a realizar.
En el aeropuerto internacional de Madrid, las aerolíneas como Iberia tuvieron que recurrir nuevamente al lápiz y al papel para realizar el “check-in”, gestionar los viajes y la facturación e intentar acortar las largas colas, de modo que los pasajeros pudieran abordar su vuelo, aunque fuera con retraso. Toda una vuelta a las herramientas que ya parecían superadas por la tecnología informática.
Esta experiencia inesperada nos muestra la fragilidad del sistema de interconexión informático en el mundo, así como nuestra falta de capacidad para responder con rapidez a problemas nuevos, ahora globales, que creíamos haber superado con los avances de la ciencia y la tecnología.
El “súper hombre” de Nietzsche no existe, ni existirá en la anunciada “civilización robótica” que solo sería posible por obra humana, siempre imperfecta.
Si tenemos obras, documentos o gráficos de valor que preservar, siempre es mejor diversificar los lugares de archivo, porque cualquiera puede sucumbir a los accidentes.
Nos seguirán sorprendiendo apagones informáticos o nuevas pandemias que nos desborden, recordándonos que las personas somos limitadas y que nunca tendremos todo resuelto, porque “cada día tiene su propio afán” y solo la soberbia humana nos puede engañar, mientras la realidad, que es la verdad, nos seguirá mostrando la fragilidad de los sistemas, las organizaciones y la misma condición humana.
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