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Fabiola Morales / El último reducto del comunismo


Con la caída del Muro de Berlín en 1989, se marca un antes y un después, en la presencia del comunismo marxista leninista en Europa Oriental, que ya se perfiló una década atrás con la apertura económica de la China Popular de Mao Tse Tung, cuando asume el poder el reformista Deng Xiaoping, quien comienza a “despertar al león dormido” que ha permitido sacar a millones de chinos de la pobreza extrema y ha convertido a ese país en la segunda potencia mundial.


Hechos históricos que, si bien, no fueron fruto de una tercera guerra mundial, costaron la persecución, la cárcel, la tortura y hasta la muerte en el Gulag de muchos disidentes –recordamos a Alexander Solzhenitsyn, Premio Nobel de Literatura 1970, o el físico Andrei Sajarov, Premio Nobel de la Paz 1975- entre los defensores de la libertad y los derechos de las personas, en su natal Unión Soviética y en todos los países situados detrás de la llamada “cortina de hierro”.


Sin embargo, en Cuba el régimen comunista, avalado por los soviéticos, siguió al mando de Fidel Castro y después de su hermano Raúl que, apenas, se atrevió a maquillar una apertura económica con las inversiones francesas y españolas en la isla. La cadena de Hoteles Meliá fue de las primeras en hacer negocios turísticos que en nada logró favorecer a los ciudadanos, ni siquiera a los propios colaboradores de los mismos.


Fue en la famosa Bodeguita del Medio, donde seguramente se preparan los mejores mojitos del mundo, que conversamos con una pareja cubana que nos contó que, si bien trabajaban en un hotel internacional y sus sueldos tenían el nivel del mercado global, no les pagaban directamente, sino que el gobierno intermediaba y se quedaba con el 90% del mismo, en nombre de la “igualdad de salarios” para todos. Un absurdo que ya lo vivimos, mutatis mutandis -cambiando lo cambiable- con las decisiones del actual gobierno, respecto a las vacunas.


Cuba, lejos de cambiar hacia un régimen de mayor apertura, libertades y respeto a los derechos de las personas, logró expandirse a Venezuela, a través de su hijo ideológico más distinguido, Hugo Chávez, a quien le ofreció todas las herramientas políticas para profundizar y eternizar el comunismo del viejo cuño en ese país, a la vez que el exmilitar le pagaba la capacitación con petrodólares que chorreaban sobre La Habana, a falta del apoyo de la fenecida Unión Soviética.


Este triunfo del comunismo en Venezuela que llevó a la miseria a tantos llaneros, con el nombre de “Socialismo del siglo XXI” -a sugerencia del mismo Fidel- dio lugar al llamado Foro de Sao Paulo que ahora se reúne en Puebla, para empoderar a otros líderes de la región con la finalidad de agigantar la mancha extremadamente roja, sobre la mayor parte del mapa de la América Latina, como uno de sus últimos reductos, después del triunfo de la perestroika y el glasnost de los años 80 con Mijail Gorvachov que acabó con estos sistemas totalitarios en Europa.


¿Qué atractivo tiene para los latinoamericanos este sistema abusivo que ya fue superado? Un sistema ideológico que se quiso implantar en el Perú, como en Colombia, a fuerza de fuego y muerte. ¿Por qué todavía son muchos los creyentes en el Plan de Gobierno de Vladimir Cerrón que ahora intenta “blanquear” Pedro Castillo? Pueden ser muchas las respuestas; pero también es el abuso del más fuerte, sobre el débil; el continuo engaño y corrupción de los gobiernos; el insumo que se ofrece a quienes manipulan para llevarnos al abismo.


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