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Fabiola Morales / El síndrome de los molinos de viento 



Los actos de terror perpetrados por delincuentes, con armas de guerra y métodos sofisticados, han sido importados desde países que viven sus propias crisis políticas, económicas y sociales. Esto es consecuencia de un Estado permisivo que les abrió las puertas indiscriminadamente durante el breve gobierno de PPK y que, ahora, se ve sobrepasado por una realidad que afecta, en gran medida, a los pequeños y medianos emprendedores, y produce pánico en toda la población.

 

El actual gobierno, digámoslo con claridad, va de tumbo en tumbo, empantanado en un mega problema del que parece no tener idea de cómo salir; ya que, en lugar de enfrentarlo, está ocupado luchando contra los “molinos de viento” de su propia imaginación, pues pareciera que no es capaz de leer ni comprender la realidad.

 

¿Cómo es posible que el respetable PCM, Gustavo Adrianzén, por toda respuesta ante esta situación se limite a afirmar: “No marchen durante el foro APEC” —refiriéndose a quienes protestan contra la feroz delincuencia— que afecta directamente la vida y las fuentes de trabajo de muchos?

 

Estas personas, como es el caso de los transportistas o los comerciantes del emporio de Gamarra y muchos más, quieren escuchar estrategias concretas que alumbren soluciones a corto plazo para combatir la delincuencia. Por tanto, seguirán marchando, y, como todos sabemos, en estas protestas se infiltran extremistas violentos que, como el zorro que acecha a las gallinas, atizan el caos hasta que se produzcan “muertos” para tumbarse al gobierno y pescar a río revuelto.

 

Pero no solo el gobierno sufre el síndrome de los “molinos de viento”; también aquellos llamados a entregar generosamente su colaboración para reducir la delincuencia feroz. Nos referimos a determinados fiscales que, por motivos incomprensibles, liberan a quienes han sido detenidos por la Policía cometiendo delitos, cuando deberían, al menos, abrirles un proceso de investigación exprés.

 

Lo mismo ocurre con algunos jueces que condenan a efectivos policiales por usar sus armas de reglamento en cumplimiento de su deber, por temor a las presiones y amenazas de organismos internacionales y algunas ONG que se etiquetan como defensoras de los “derechos humanos” y que, tantas veces, apañan a terroristas o delincuentes en lugar de proteger a las verdaderas víctimas.

 

Contra “molinos de viento” luchan también muchos parlamentarios, creyendo que la delincuencia se resuelve montando una “maquinita de hacer leyes” que, como sabemos, pueden ser burladas por los reglamentos que elaboran los ministerios respectivos y que, además, nunca se socializan ni se implementan. Por tanto, si los congresistas no llevan a cabo un trabajo de seguimiento de los reglamentos y no toman en serio su labor de fiscalización, sus leyes aprobadas se convertirán en tranquilizantes de conciencias o en justificaciones al estilo Pilatos.

 

Finalmente, están también los “opinólogos” que, si bien tienen derecho a ofrecer sus puntos de vista para enfrentar la delincuencia, abonan al síndrome de los “molinos de viento”. Por favor, absténganse aquellos que no son especialistas. ¿Se debe prohibir que dos personas vayan en una moto porque facilita al delincuente realizar sus fechorías? No hagamos de este tema un asunto de interés nacional.

 

Acuda con suma urgencia, PCM Gustavo Adrianzén, a los especialistas en seguridad, nacionales o internacionales, y ofrezca soluciones concretas en plazos razonables; por lo pronto, al menos, asigne más policías para las motocicletas que entrega el alcalde de Lima, López Aliaga, antes de intentar esconder la basurita debajo de la alfombra para que no la vea la visita. No luche más contra “molinos de viento”.


 

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