Fabiola Morales / El sueño americano
- Fabiola Morales
- 23 feb
- 3 Min. de lectura

El nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está desarrollando con una rapidez sorprendente sus políticas de campaña; entre ellas, la deportación masiva de ciudadanos de otros países que están en situación ilegal, lo que afecta particularmente a latinoamericanos que migran a la potencia mundial del norte en busca de mejores oportunidades de estudio y de trabajo para progresar y ayudar a sus familias.
Sin embargo, muchos ingresan con un pasaporte de turista que caduca en determinada fecha en la que deben volver a su país de origen y se quedan trabajando, mientras intentan conseguir la legalidad, lo cual supone tiempo y dinero para superar las dificultades de la burocracia migratoria, que la mayoría no tiene y, por eso, permanecen de manera ilegal por muchos años, sin poder salir y con miedo a las redadas de la “migra”.
Entre estos ciudadanos que viajan a EE. UU., también hay delincuentes, como es el caso de los miembros de las bandas venezolanas integrantes del Tren de Aragua y otras agrupaciones que son perseguidas por la policía y se concentran, principalmente, en ciudades grandes, como Nueva York y Los Ángeles. El acercamiento del gobierno de Trump al dictador Maduro seguramente incluye la condición de repatriación de estos delincuentes.
El secretario de Estado, Marco Rubio, en su primera visita al extranjero ha viajado a Panamá, Costa Rica y El Salvador, y ya consiguió que el presidente Nayib Bukele —conocido por su exitosa lucha contra la delincuencia de su país, especialmente contra las Maras Salvatruchas, para las que ha construido enormes centros penitenciarios— acepte recibir a delincuentes de su país y otros países provenientes de Estados Unidos.
En el caso de México y Canadá, desde donde no solo llegan grandes grupos de migrantes al país del norte, sino también la droga fentanilo, que es un opioide sintético fácil de transportar, Trump ha suspendido por un mes la amenaza de colocarles aranceles del 25 % a sus exportaciones, a cambio de que militaricen sus fronteras para evitar el paso a Estados Unidos de estos migrantes ilegales y de las drogas.
Los viajes de los aviones americanos que trasladan a ciudadanos ilegales a sus lugares de origen han aumentado exponencialmente y la persecución se ha intensificado tanto que los medios están mostrando cómo muchos negocios donde trabajaban estas personas están cerrando por falta de personal de procedencia extranjera que, lamentablemente, no habían conseguido superar los problemas de la burocracia para permanecer de manera legal en Estados Unidos.
Así, este gobierno está acabando con el sueño americano de quienes viajan a EE. UU. para conseguir un mejor futuro en su país de origen y afecta a la pequeña y mediana empresa americana, que no van a contar con la mano de obra extranjera que contratan, ya sea porque sus conciudadanos no quieren realizar determinadas tareas que sí hacen los extranjeros, o ya sea porque esta mano de obra les resulta más barata. El impacto de esta política de cero migrantes ilegales, por tanto, también afectará la economía de Estados Unidos.
Pero, irónicamente, Estados Unidos es un país construido por migrantes, tanto de Europa como de Hispanoamérica, Asia y África. Las familias de origen extranjero que han llegado sin recursos y se han convertido en personas exitosas y hasta millonarias ahí son muchas; por tanto, si bien se entiende que el gobierno quiera sacar a los delincuentes extranjeros, debería tener una política más ágil para legalizar a quienes ya tienen un trabajo y aportan al país, separando la paja del trigo.
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