El comercio ambulatorio en Lima, como en todas las grandes ciudades del país, se produce por varias razones, pero la más importante es la “vocación” por la informalidad de un más de 75% de peruanos, a los que se suman los extranjeros indocumentados, todos los cuales pertenecen a asociaciones cuyos dirigentes, en la mayoría de casos, no ven conveniente pasar a la formalidad, porque perderían poder.
La actual gestión del alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, ha iniciado, esta semana, una estrategia para que los ambulantes del centro de Lima se inscriban y, una vez, filtrada la información que entregan, reubicarlos en locales, dando preferencia a los discapacitados y después a quienes cumplan con los requisitos, teniendo en cuenta el real perfil del microcomerciante; porque en la revisión de sus solicitudes, según los funcionarios encargados, se ha encontrado a muchos de ellos con propiedades, como: otros locales comerciales, varios autos y casas.
El programa Capitalizando que consistía en proponer un sistema de ahorro de un porcentaje de sus ganancias, para que los ambulantes pudieran convertirse en sujetos de crédito y adquieran sus espacios comerciales, no ha tenido el éxito esperado; porque muchos no han sido perseverantes y porque otros confiaron en dirigentes que nunca cuidaron de su dinero. No por falta de ganancias porque, por ejemplo, los comerciantes llamados “emolienteros”, que tienen uno de los gremios más fuertes, ganan alrededor de 500 soles diarios brutos.
En cambio, la reubicación de los ambulantes en los llamados “polvos”, como Polvos Azules, o en galerías, como Las Malvinas, han producido mejores resultados. En un reciente estudio de A & M Gestión, se afirma que las ventas por metro cuadrado en “polvos” cuadriplican las de los centros comerciales. Por tanto, pasar de la venta callejera a iniciar un proceso de crecimiento hacia la pequeña y mediana empresa, no solo es viable, sino rentable.
Dice el informe citado que la diferencia de mejores ganancias en las llamadas galerías y “polvos” se da por varias razones, entre ellas, los menores precios (del 30% al 50% menos que en los malls), la existencia de productos alternativos o imitaciones, la venta de saldos y productos de segundo uso, la variedad y las ventas por volumen, los locales más pequeños y con concentración de productos, la venta directa del mayorista al productor y el trato personalizado.
La pandemia de la covid-19, primero, y las manifestaciones violentas contra el Gobierno, después, han sido un duro golpe para las galerías y los “polvos” del centro de Lima que viven del comercio presencial, pero se han ido recuperando poco a poco, incluso más pronto que los centros comerciales, según las cifras.
Sin embargo, lo que nos han mostrado esta semana varios medios de televisión, es la resistencia de algunos comerciantes ambulantes a la estrategia de la Municipalidad de Lima para su reubicación, apelando a la emotividad y, en varios casos, a la mentira o a la verdad a medias que es peor, cuando lo que se necesita es hacer un esfuerzo, también desde la opinión pública, para conseguir su ordenamiento.
El reto de formalizar el comercio ambulatorio es complejo y duro, pero hay que tomar el toro por las astas, así lo han hecho varias gestiones municipales como las de Andrade y Castañeda, y hay que seguir en ese camino de demostrar con los hechos que la formalización siempre trae mayores réditos para la presente y futuras generaciones de comerciantes, y para nuestro país.
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