A estas alturas del año, cuando el gobierno tiene siete meses, seguimos hablado de “crisis política”, una situación grave y decisiva que pone en peligro la democracia, la economía y la sociedad peruana; pero que no se logrará resolver, mientras se ignore que la izquierda llamada “caviar” está en el juego.
Sin embargo, las razones para vacar al actual Presidente y sacar a su vicepresidenta son muchas y, ambas, están en manos del Congreso que, eventualmente, no necesitaría de los poderes fácticos que manejan los “caviares” para hacerlo; pero sí, estar suficientemente unido en un mismo objetivo que es darle a la República una nueva oportunidad para que -como ave Fénix- se levante de esta situación que arrastramos, por lo menos desde la renuncia de PPK.
Hasta ahora, esa izquierda no ha tenido el poder, mediante el voto popular, ni lo busca; pero lo ostenta, inmiscuyéndose en puestos clave que van, desde las millonarias asesorías a los ministerios y organismos autónomos clave -la misma ONPE, el Jurado Nacional de Elecciones y la Fiscalía, entre otros- hasta la toma de parte de los grandes medios y portales informativos en las redes sociales, para presionar desde ahí y dar batalla.
No militan en los partidos, porque se siente por encima de lo que llaman la “clase política”, tantas veces, con desprecio. Prefieren ser parte de los “notables”, de los “analistas políticos”, abrir sus empresas de asesoría con ex figurones que han pasado por el Ejecutivo nombrados a dedo, o de los “cerebritos” que dan cátedra política sin jamás haber pisado calle, ni menos haber participado en procesos electorales.
Son como Rasputín, “el poder detrás de trono” de todos gobiernos y, por supuesto, que están jugando su propio partido, hoy por hoy. Aunque lo nieguen en siete idiomas, son quienes pusieron al actual Presidente en Palacio. ¿Cómo? Ya lo sabemos, desarrollando una estrategia maquiavélica, como lo hicieron, por ejemplo, para colocar a Sagasti y sacar a Merino, teniendo una ínfima minoría en el Congreso.
Sin embargo, Vladimir Cerrón y Pedro Castillo tenían su propia corte palaciega para acompañarlos, y les es difícil, en esta vez, acceder al poder “sin las urnas”, como lo han hecho siempre; es por eso que ahora se arrepienten y lloran en su propio muro de lamentaciones, pidiendo que “se vayan todos”, y se convoque a nuevas Elecciones Generales en las que, por supuesto, seguirán siendo “asesores” desde dentro para colocar a los que ahora no tienen, en el Congreso de la República, el Ejecutivo y los gobiernos subnacionales.
Por eso, desde nuestro punto de vista, el Congreso se equivoca cuando no reconoce a los “caviares” como sus verdaderos contendores. Representan la “informalidad política”, y son parte de quienes quieren cerrar el Parlamento, desprestigiar a los partidos políticos y a todos quienes desean hacer una carrera de servicio público acudiendo a las urnas.
Las razones para la vacancia son demasiadas, están consignadas en la moción que se ha postergado hasta mañana lunes; no por pedido de la bancada oficialista, sino por los amigos de los “caviares” que están calculando un “escenario conveniente”, frente a la real posibilidad de obtener 52 votos para que Castillo vaya y se defienda en el Congreso, como él mismo lo ha pedido para el martes.
Si el Congreso quiere resolver esta crisis política debe hilar fino, y no perder de vista la influencia de los “caviares”, desde la informalidad política, y no aceptar su consigna de “que se vayan todos”.
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