El Presidente de la República ha preferido no asistir a la Cumbre Económica Mundial de Davos y ha enviado en su nombre a Dina Boluarte, vicepresidenta y también ministra de Desarrollo y Bienestar Social. Una Cumbre donde han acudido representantes políticos, del mundo de la economía y de la sociedad civil, y que se ha desarrollado en Suiza.
Como era previsible, este año los líderes mundiales se han mostrado preocupados por la guerra de Rusia en Ucrania, las consecuencias de la pandemia de la covid-19 y la amenaza de una crisis alimentaria mundial que afectaría principalmente a los países más pobres del África y Asia.
La representante peruana, sin embargo, según la información internacional, se habría presentado con un discurso más ideológico que económico, más doméstico que internacional, más de queja histórica que propositivo, llegando a decir que en los nueve meses de gobierno recién empezaban a caminar y la oposición no lo dejaba avanzar en sus planes de reforma y desarrollo a la administración actual.
Al referirse a la Amazonía y sus riquezas, el discurso habría buscado enfatizar la situación de abandono en que se encubra la población indígena que, teniendo grandes ríos, no posee los servicios básicos de agua y desagüe que necesita, invocando en este punto a la empresa privada para que ayude a superar este problema, olvidándose de citar el narcotráfico y sus actividades ilegales, como la cuestión de fondo que preocupa al mundo.
En lo que se refiere al contenido de su discurso sobre la actividad de la moderna minería, la vicepresidenta y ministra ha sido duramente criticada, en el sentido de que habría ignorado que la OEFA y Osinerming auditan esta actividad para que cumpla con buenas prácticas de estándares internacionales. Pero en Davos, Boluarte habría presentado la minería formal como si estuviera a la misma altura que la minería ilegal. Lo cual es inaceptable en un foro internacional, donde lo que se busca es cuidar la reputación del país para atraer a la gran inversión.
Siendo el Perú uno de los países más ricos en biodiversidad, considerado unos de los almacenes alimentarios de mayor megadiversidad y riqueza de estos productos que han dado lugar a una de las mejores cocinas internacionales, la ministra tendría que haber aprovechado para abrir nuevos mercados para que la actividad agrícola crezca y se abra a más mercados en otros países; más aún cuando, en lo que va de este gobierno, se calcula que un millón y medio de personas han pasado a situación de pobreza, se han perdido 130 mil puestos de trabajo y 15 millones de dólares han salido del país en busca de países con más estabilidad.
Para bien del país, el ministro de Economía, Óscar Graham, es quien debe representarnos en estos foros, tanto por su conocimiento, como por su prudencia y prestigio. Si es necesario legislar para que determinados miembros del gabinete asistan a estos espacios internacionales tan imponentes, de acuerdo a su preparación, habría que hacerlo; al menos, mientras haya gobiernos que tiendan a destruir nuestro prestigio internacional.
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