Por mucho que se intente, la economía no es ajena a la política; sino que, muy por el contrario, en países como el nuestro es especialmente sensible, tanto al programa como a las acciones o inacciones del Gobierno con respecto a las distintas áreas productivas, a la banca y el comercio, donde se requieren señales que susciten confianza en los distintos actores.
La inestabilidad política que vivimos, la arrastramos desde la caída del expresidente Kuczynski y, más aún, desde que se descubrió la corrupción, al más alto nivel, de las empresas constructoras, lideradas por la brasileña Odebrecht y los gobiernos: nacional, regionales y locales que, según firmes indicios, favorecieron obras de infraestructura, a cambio de jugosos sobornos a distintos presidentes.
Una inestabilidad política que en un solo periodo nos entregó cuatro presidentes y dos Congresos; pero cuando creíamos que la tormenta amainaba, se proclamó al actual presidente Castillo con un programa comunista que, con su controvertido PCM Bellido (recién renunciado), se ocupó de enviar señales contrarias al desarrollo económico.
El anuncio de la denominada II Reforma Agraria, con bombos y platillos, fue una de ellas. Tanto, porque recordaba la catástrofe que produjo la del golpista de izquierda, Velasco Alvarado, que destruyó el campo expropiando las tierras a sus dueños, atomizando la propiedad y parando su desarrollo; sino que fue un anuncio, sin ley de por medio y amenazando al Congreso de la República, con la “cuestión de confianza”, si no aprobaba la tal Reforma; es decir, golpeando innecesariamente la estabilidad.
Otro show populista innecesario fue la carta que el primer PCM de Castillo entregó “personalmente” a PlusPetrol, anunciando la renegociación del contrato con el Consorcio del Gas de Camisea; asegurando que, de lo contrario, el Gobierno tomaría medidas extremas, como la nacionalización del yacimiento, ignorando la ley y, por supuesto -otra vez- enviando señales negativas a los agentes económicos globales como si quisiera aislarnos.
El ex PCM Bellido escribió en la red social Twitter que convocaba al consorcio a renegociar el “reparto de utilidades”. No podía ser el asunto de las regalías, porque el Estado peruano obtiene el 61% de los ingresos del Lote 88 que nos permite la mayor producción de gas. Ingresos con los cuales los gobiernos regionales muchas veces han “hecho fiesta” sin que la población sea debidamente beneficiada.
Otro asunto político no menor que impacta la economía es la permanencia, o no, de Julio Velarde, al frente del Banco Central de Reserva. Como en los casos anteriores, el presidente Castillo parecía mantenerse al margen, casi siempre en silencio o manifestando opiniones distintas, de acuerdo al público que tuviera delante.
Lo cierto es que se han cumplido los plazos, y no hay un documento oficial firmado que asegure si el Ejecutivo mantendrá la promesa de presentar al Congreso el nombre del citado alto funcionario, conjuntamente con los tres directores más que le corresponde nombrar.
Sin embargo, en su cuenta de Twitter escribió el Presidente, el día 7 último: “Anuncio a todos los peruanos y peruanas que el señor Julio Velarde continuará como presidente del BCR. Asimismo, he designado como integrantes del Directorio a Roxana Barrantes, José Távara y Germán Alarco”
Estos ejemplos, son una muestra de cómo la política y la economía no caminan en cuerdas separadas, las señales que se ofrecen, respecto a un entorno económico que debe ser sano, no solo produce el alza del dólar y la inflación que vivimos, sino la huida de la inversión a países vecinos, dejándonos sin puestos de trabajo y contribución en impuestos.
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