No pocos comentaristas se han referido ya -pero es necesario insistir- a la propuesta de la Presidencia de la República para restar al 30 de agosto el peso específico del feriado en honor a Santa Rosa de Lima, para relacionarlo con la época del terror, producida por los ataques de los grupos sanguinarios de SL y el MRTA, donde no sólo hubo “desaparecidos”, sino miles de muertos y heridos, la mayor parte inocentes.
El 30 de agosto es también, desde 1955, el Día de la Enfermera peruana, a raíz de una Bula del papa Pío XII que concedió esta distinción al personal sanitario que, a ejemplo de Santa Rosa, se encargan del delicado cuidado de los enfermos y que, tantas veces, han dado su vida desempeñando esta labor, como es el caso de la pandemia de la covid-19.
Asimismo, la Policía Nacional del Perú adoptó a Rosa de Lima como su “patrona y protectora”, debido a las virtudes de la santa, conmemorando el 30 de agosto, específicamente, el Día de la Virtud Policial, como también lo ha hecho Paraguay y las Fuerzas Armadas de otros países como Argentina. Porque Santa Rosa es la mujer peruana más universal, querida y reconocida por una vida corta (31 años) pero muy fructífera, entregada a Dios y, en especial, a los más necesitados, de manera esforzada y ejemplar.
En una época como la nuestra, tan materialista y revuelta, los peruanos y, en muchos países en todo el mundo, siguen rindiendo homenaje a esta mujer que nació en Lima, en 1586, con el nombre de Isabel Flores de Oliva y falleció en 1617, a la que siempre llamaron Rosa, porque comparaban su belleza con la de las rosas. Peticiones de personas de todas las edades se siguen depositando en el pozo de su casa, para que la santa interceda ante Dios, y su imagen sale en procesión, en señal de veneración.
La vida de Santa Rosa no fue fácil, aunque vivió en una época “especialmente piadosa”, como cuenta José Antonio del Busto en su libro “Rosa de Lima” y cuando nuestra capital tenía 50 años de fundada y era cabeza de Arzobispado, regida por San Toribio de Mogrovejo; recién construida su Iglesia Mayor y ascendida a catedral, a la que siguieron: El Sagrario, San Sebastián, Santa Ana, Santiago del Cercado, San Lázaro, San Marcelo y Nuestra Señora de Atocha (después Los Huérfanos). La santa llegó a conocer cinco conventos y la Iglesia de los jesuitas (San Pablo, ahora San Pedro): Nuestra Señora de la Merced (mercedarios), Nuestra Señora del Rosario (dominicos), Santísimo Nombre de Jesús (franciscanos), San Agustín (agustinos) y Nuestra Señora de Monserrate (benitos).
Santa Rosa, no sólo sufrió la incomprensión de su familia que deseaba para ella una vida distinta, sino del mismo Santo Oficio, según refiere Del Busto. Pero ella continuó con su vocación de laica católica, viviendo en su casa, donde se dedicaba a la oración y a la curación de los enfermos y cuidado de los pobres, con sus pocos recursos y de quienes la ayudaban. Fue canonizada por Clemente X en 1670, y declarada Patrona Principal de América, Filipinas y las Indias Orientales.
Nada tiene que ver el 30 de agosto con causas que recuerdan momentos en que se quiso imponer, a sangre y fuego, el comunismo marxista en nuestra Patria, y así lo comprendió el Congreso, que no dejó pasar una propuesta por demás absurda y ofensiva para el pueblo del Perú, de este gobierno.
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