(Publicado previamente en el Diario Expreso)
El inicio de la primavera ha supuesto para el país, el calentamiento del clima político de cara a las elecciones generales de abril de 2021. Sin partidos políticos con vida partidaria, los candidatos a la Presidencia de la República y el Congreso, en su mayoría, se encuentran en busca de quien los cobije, así como en plena negociación de alianzas para fortalecer sus propuestas.
Lo acontecido en el Congreso, con los partidos políticos, nos puede dar una idea de lo que se está cocinando. Ahí se alinearon para rechazar la responsabilidad moral del Presidente, en el caso de los “Video-Swing”, partidos como: Acción Popular, Alianza para el Progreso de César Acuña, Somos Perú de los Andrade, el Partido Morado de Julio Guzmán y hasta Fuerza Popular de Keiko Fujimori. Mientras Podemos Perú (liderado por Urresti) y el Frente Amplio (liderado por Marco Arana) se abstuvieron; juntos quedaron el Frepap de los Atacusi y Unión por el Perú de Antauro Humala, con su voto a favor de la vacancia, en este juicio político.
Un tablero de fichas que se agruparon sin que los uniera, propiamente, ni ideas ni ideologías; sino una suerte de conveniencia circunstancial que apenas fue balbuceada por un congresista de APP, cuando predijo la votación final, afirmando que ya “todo estaba previamente negociado a cambio de obras”, dejando a la imaginación de los ciudadanos todos los demás motivos que habrían torcido el voto de un Pleno que parecía enfurecido y con sangre en el ojo, pero que votaba contradiciéndose.
Esta es la mesa sobre la que se juegan las candidaturas y las alianzas, cuando los partidos no representan más a las ideologías y menos a las ideas, sino que se enfilan de acuerdo a una “meteorología política” que mide la temperatura y las tendencias impuestas a las audiencias por una manipulación, tanto mediática como de otros frentes con poder suficiente, para influir a cuanto distraído que camina por la vida, de espaldas a la realidad política.
Es por eso que ahora ya no se puede hablar propiamente de un partido de derecha o de izquierda, tal como se ha entendido desde la Revolución Francesa. No sólo porque han surgido los “neos” (neoliberalismo, neomarxismo); sino porque se han vaciado de contenido para dar paso a un pragmatismo que todo lo justifica, en función del momento, la conveniencia o la tendencia. ¿De qué se asustan entonces algunos de los llamados “politólogos”, siempre teóricos, cuando en momentos como éstos los partidos se prestan a ser “vientres de alquiler” de quienes más les conviene? ¿De qué se asustan del “transfuguismo”?
Muy pocos serán quienes van al ruedo político a representar y defender una ideología, ideas o principios; pero los electores no lo saben, todavía piensan que un partido de izquierdas va a apostar por los pobres, frente a un capitalismo explotador; todavía piensan que un partido de derechas va a defender la libertad del ciudadano frente a un Estado angurriento y opresor. O que un partido por llamarse “cristiano” va a forrarse a favor del derecho a la vida y la familia, a la opción por los pobres y por una economía social de mercado.
Sin ideas, la mayoría de partidos se ha convertido sólo en un requisito de la burocracia con el que se debe cumplir. Sólo verdaderos y auténticos liderazgos, van a rescatar a los partidos políticos como esas instituciones vivas de la democracia que deben ser. Pero esos líderes deben ofrecer cambios, con base a principios basados en la verdad y el bien, para un mejor futuro.
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