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Fabiola Morales / Reflexiones en cuarentena


Dicen que el coronavirus Covid-19 vivió siempre en los murciélagos, pero que por esas cosas que tiene el destino, logró migrar a una especie de culebra y de ahí a las personas, desatando una pandemia global que, de un momento a otro, ha cambiado la vida de la sociedad posmoderna que como un tren bala, corría enloquecida a quién sabe dónde.


Una sociedad signada por el individualismo, el materialismo, el hedonismo, la riqueza basada en las bolsas financieras -más que en el trabajo-, la trata de personas, los cárteles de la droga, el descarte humano, el crimen de cuello negro y de cuello blanco. Una sociedad mentirosa, orgullosa, soberbia, sin piedad y, absolutamente autónoma, capaz de justificar las acciones malvadas, con base a una ideología relativista extrema.


Esta sociedad posmoderna ahora está con prisión domiciliaria; en realidad lo estamos todos, incluidos los jueces y los fiscales, los ricos y menos ricos, los alfiles de la política y la economía, como los peones. Todos encerrados y resguardados por las Fuerzas Armadas y la Policía. Aquí, y en casi todo el mundo.


¿Pudo alguien imaginar cómo cambiaría la era posmoderna? No fue una guerra nuclear, un descubrimiento importante, la caída de un meteorito o la llegada de los extraterrestres; sino un miserable “bicho” que ni siquiera podemos mirar a simple vista; pero que llegado al pulmón de las personas, produce una neumonía fulminante que, hasta ahora, la ciencia no entiende ni puede evitar, ni menos curar.

Insondables, misteriosos, extraños los caminos de la historia del hombre sobre la Tierra. La “diosa razón” ha sido pulverizada por el peso de una realidad aplastante, pero aun así, no aprende y sigue creyéndose la vedette de toda fiesta. No le bastaron las últimas crisis financieras que, seamos sinceros, fueron crisis ÉTICAS, donde pudieron salir a flote lo más poderosos; pero de esta crisis, no sabemos casi nada.


Registramos unos pocos hechos que a “la diosa razón” le hubieran repugnado, si alguien se los hubiera anticipado: 1) Familias en casa reunidos con sus cónyuges, hijos y demás familiares 2) Ciudades asfixiantes de tráfico y contaminación, convertidas en fantasma. 3) Centros de trabajo cerrados, apostando por el tele trabajo 4) Jóvenes obedeciendo a un “toque de queda” y sin poder salir a las discotecas ni a las fiestas, cada vez más bacanales. 5) Personas cuidándose de alimentarse mejor, cocinando en casa y dejando la “comida chatarra”. 6) Viajes turísticos pospuestos y toda clase de diversión fuera de casa, parada. 7) Y hasta el crimen, en paro.


El paisaje posmoderno simplemente “se congeló” para dar lugar a un paisaje por demás extraño, por lo menos para los más jóvenes o los más “cool”: almuerzos y cenas en familia, realizar tareas domésticas, entretener y educar a los niños y adolescentes, ayudar a los hijos en las teletaras, conversaciones “face to face”, caminar para hacer las compras, conocer a los vecinos y ayudarse mutuamente hasta sacando la basura. En definitiva, descubrir al otro, al próximo, con quien se vivía, pero no se CONVIVÍA.


Nos dicen que la “cuarentena” se levanta el 30 de marzo, es un cálculo en el que no podemos confiar; porque depende de un “bicho” al que ni el más laureado científico conoce muy bien; o mejor dicho, desconoce. Particularmente presiento que tendremos para más semanas; pero de lo que sí estoy segura es que, después de MIRARNOS LAS CARAS TODOS LOS DÍAS y convivir, la sociedad posmoderna saldrá herida de muerte, para dar lugar a una sociedad más humana, más solidaria, más trascendente, más cristiana.


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