Diego Armando Maradona, el astro de fútbol argentino de los 80, que supo alargar la sombra de su fama a lo largo de toda su vida, ha muerto, y la multitud en las calles de Buenos Aires le dieron el último adiós, con una pasión solo comparable a la que sintieron por la partida de Evita.
Su féretro que fue expuesto para la despedida final de sus hinchas en la Casa Rosada, tuvo que ser retirado antes de lo acordado, debido al desborde del público que quería estar lo más cerca posible a su ídolo, sin importarles la distancia social y la dura cuarentena decretada por el gobierno dada la situación de la pandemia. La Policía argentina tuvo que actuar para impedir desórdenes mayores.
¿Pero quién fue este personaje que levantó tal fenómeno de masas tanto en Buenos Aires como en otros lugares donde jugó fútbol como en Nápoles, Barcelona o México, donde se hizo grande protagonizando el Mundial de 1986? Sin duda una estrella que surgió dominando con maestría el balón desde un barrio popular y no paró hasta llegar a lo más importantes equipos y los estadios más renombrados del mundo.
Encarnaba, en ese sentido, el sueño de todo adolescente y de muchos padres que ven en el fútbol la posibilidad de hacerse rico y famoso, como el que más; sin medir muchas veces, el sacrificio que toda disciplina requiere y son pocos quienes están dispuestos a entregarse a ella. Pero El Diego era genial, como pocos, en la cancha y, al tratarse de un deporte de multitudes, inevitablemente se convirtió en un ídolo adorado.
Los futbolistas famosos y queridos, no son todos como Leo Messi, con una vida organizada que contó siempre con el apoyo de sus padres y ahora de su propia familia; sino que algunos tienden a rehuir sus obligaciones como deportistas, en algún momento y como Maradona, a cometer errores que llegan a malograr su propio destino.
La fama y el dinero no siempre mejora la vida de estos astros del fútbol, sino que más bien los lleva por caminos sin retorno, cuando se rodean más que de la familia y de los amigos, de acompañantes alharacas de excesos en las drogas, el alcohol y el erotismo desenfrenado. Surge así el ídolo con pies de barro que muchos siguen adorando, porque solo aprecian en ellos el “espectáculo” que les satisface.
“No me importa lo que hiciste con tu vida, sino lo que hiciste con las nuestras” es una de las expresiones más celebradas de las pancartas durante el duelo por Maradona; sin embargo, resume nada menos que la tragedia del ídolo que lo dio todo por el fútbol, por el hincha, por la bandera argentina, y murió solo, víctima de 30 años de adicción a las drogas y más excesos.
Solo después de su muerte, llegó la multitud a las calles, pero en la intimidad de su habitación, convaleciente de una delicada operación al cerebro, hasta su familia más cercana, no pudo estar: “Como capitán les digo que se queden tranquilos. La entrega del equipo es total”, les aseguró a los argentinos en 1986 Maradona y volvió de México con la Copa del Mundo, merecía que, a muchos más, “les interesara realmente su vida”, para apoyarlo en tantos años oscuros en que el ídolo se autodestruía.
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