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Ernesto Gamarra

Ernesto Gamarra / Compra de congresistas 

Mucho y muchos han escrito sobre cómo apareció el video que hizo caer al régimen de Fujimori y Montesinos. Bien se sabe quién lo sacó del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) y las motivaciones que tuvo para hacerlo, así que no vale la pena repetirlo. Quiero ocuparme sí, y en detalle, de lo que se ha tratado poco y poco también se recuerda. Y es como: Vladimiro Montesinos Torres, con conocimiento y consentimiento de Alberto Fujimori, urdió y tramó la elección (reelección) presidencial del año 2000.

 

El ex presidente Fujimori tenía pleno conocimiento del plan que llevaría a cabo su asesor Montesinos. Así lo ha repetido varias veces el mismo Montesinos sin haber sido nunca desmentido. Dicho plan no era otra cosa, que el reclutamiento de congresistas de oposición. Para ello, utilizaron millones de soles del presupuesto del Estado peruano, en una “campaña electoral” que finalmente logró su objetivo: reelegir como presidente de la República a Alberto Fujimori Fujimori y obtener mayoría en el congreso.

 

El maquiavélico proyecto fue llamado “Plan topo” que, obviamente, hace referencia al roedor que se esconde bajo la tierra y, a través de su olfato detecta la comida y el peligro. En el caso humano, se aplica a las personas que se infiltran en un grupo para actuar de espías e informar al enemigo de sus actividades sin que los miembros espiados sospechen de la traición.

 

Se ha mencionado a muchos congresistas que cayeron en las redes de la dupla Fujimori - Montesinos y se convirtieron en “topos”. Esos nombres fueron públicos gracias a las listas que proporcionaron Montesinos; su asistente personal y luego colaboradora de la justicia Matilde Pinchi Pinchi; y los capitanes del ejército peruano que trabajaban en el Servicio Nacional de Inteligencia (Mario Ruíz Agüero y Wilber Ramos Vieira) así como la señora Maruja Arce.

 

La primera lista de “topos” proporcionada por Montesinos incluye a Martha Chávez, Luz Salgado, Sovero Taira, Vara Ochoa, Carmen Lozada y Martha Moyano. Al respecto, debe precisarse que, para ser calificado como “topo” o “tránsfuga”, los congresistas o candidatos debían pertenecer a la oposición. No obstante, los mencionados en esta lista ya eran integrantes del gobierno, sea como congresistas, candidatos al legislativo o ministros, de manera tal, que no se les podía llamar propiamente “topos”.

 

Los demás nombres, dados por los montesinos y sus servidores, fueron los de dieciocho congresistas. Sin embargo, no todos resultaron ser “topos”, ya que algunos renunciaron a sus partidos y, saliendo de sus madrigueras, pasaron abiertamente a las filas del gobierno. Por ello, llamar “topos” a estos “personajes” no es la manera precisa, sino sería más apropiado: “tránsfugas”; especie que, dicho sea de paso, ya existía antes de Montesinos y ha logrado sobrevivir hasta nuestros días e, incluso, multiplicarse de manera sorprendente. Así se aprecia al conocer de algunos de los nombres que aparecen en las listas al congreso presentadas por los partidos para las últimas elecciones generales.

 

Desde mucho tiempo atrás se venía cuestionando sin éxito alguno a los tránsfugas, a quienes, en realidad y a su gran mayoría, se les debería llamar “traidores”; ya que habiendo sido elegidos por determinado partido y por las propuestas contrarias al gobierno, terminaban apoyando a Fujimori. No podemos ignorar que podrían y en efecto hay, quienes elegidos en las listas del gobierno terminan pasando a la oposición y claro, estos pueden obedecer a un noble sentimiento de sentirse defraudados por el partido que los llevó al congreso.

 

La acogida entusiasta a los que se cambiaban de lugar, no muy espontánea, por cierto, del grupo fujimorista nos hizo caer en sospecha de que algo extraño venía ocurriendo. Sin embargo, nadie pensaba en Vladimiro Montesinos como el estratega de esas mutaciones. Incluso, algunos ingenuamente pensaban que había ocurrido en los desertores un cambio ideológico, cuando en realidad eran otras las razones y no precisamente ideológicas.

 

Ahora podemos ver que, en muchos casos, se trató de generosas dádivas económicas en efectivo; ostentosos regalos (incluso casas y automóviles); y de apoyo en procesos penales, civiles, tributarios e, incluso, reclamos o cuestionamientos ante o por parte del Jurado Nacional de Elecciones.

 

Matilde Pinchi Pinchi, en la lista que elaboró cuando declaró ante la comisión investigadora, proporcionó tanto nombres y detalles de algunos casos, así como los montos que había recibido cada uno de ellos. Igualmente, refirió a quién o quiénes habían llevado a esos congresistas al “matadero”; o, para decirlo más tiernamente, al regazo dadivoso de Vladimiro Montesinos dentro del SIN. La misma Matilde Pinchi Pinchi declaró también, el 27 de noviembre del 2000 —ante una comisión del congreso presidida por David Waisman que investigaba a Vladimiro Montesinos— detallando, en esa ocasión, el tipo de relación que ella tenía con Montesinos y pidió que la sesión se llevara a cabo en forma reservada “…para evitar las represalias”. Fue recién ahí, que brindó el nombre de congresistas y ministros a los que había visto entrando al Servicio de Inteligencia Nacional a visitar al asesor presidencial y qué “favores” habían recibido.

 

Por ese entonces, el diario El Comercio, del 28 de noviembre, publicaba lo siguiente: Pinchi confesó incluso que cuando estaba en el SIN se cruzó con muchos congresistas, especialmente los tránsfugas y todos los ministros de Estado, ante la sorpresa de los legisladores que la interrogaban.

 

Doy fe del asombro que sentimos, ya que fui uno de los que conformaban esta comisión, junto con Luis Chang Ching, Anel Townsend, Adolfo Amorín y, por supuesto, David Waisman a quien luego, y por ocurrencia de uno de los integrantes del programa “Los Chistosos” que trasmite Radio Programas del Perú, apodaron “payasito”.

 

A diferencia de Matilde Pinchi, la lista que proporcionaron los capitanes Ramos y Ruiz no especificaba los montos pagados a los congresistas, ya que ellos, como lo expresaron, no participaban en la entrega de dinero. No obstante, sí dieron detalles sobre los nombres de los asistentes al SIN y quiénes los llevaban. Por la naturaleza de su trabajo, ellos sabían quiénes ingresaban, pero desconocían el motivo de las reuniones y el detalle de lo que conversado con Montesinos.

 

Estos oficiales del Ejército, que fueron asignados a servir con Montesinos por su institución, pagaron alto precio por ese destaque. Uno de ellos, incluso, fue condenado lo que le impidió continuar su carrera normalmente. Y ello porque, cuando estaba a punto de convertirse en coronel del ejército, no faltó un diario que se opusieras alegando que había estado comprometido con los actos irregulares del Servicio de Inteligencia. Este resultaba ser un argumento malintencionado ya que, como es sabido, un capitán del ejército no tiene posibilidad alguna de oponerse a una orden emanada de su comando. Claro que hay excepciones en las que algún capitán termina con más poder que un ejército completo. ¿O no Vladimiro?


 

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