¿Una quimera?
La democracia y el desarrollo de un país son como un círculo virtuoso, que se retroalimenta, se auto sostiene, y abarca todas las esferas de la vida en una sociedad. Por lo tanto, el nivel de desarrollo de un país depende del grado de articulación y eficiencia de los diferentes componentes que lo sustenten.
Muchos se preguntan si el Perú, en los próximos 40 o 50 años, puede llegar a ser un país desarrollado y democrático. Las respuestas son diversas. Algunos piensan que no, debido a las debilidades estructurales de larga data que como sociedad aquejan al país en las cuatro dimensiones: social, institucional, territorial ambiental y económica, que hacen – a su criterio - imposible ese logro. Otros piensan que sí es posible, que solo es necesario tener crecimiento económico sostenido, en función de un aprovechamiento eficiente de la variedad y vastedad de los recursos naturales con los que cuenta el país. Un tercer grupo considera que su logro no es una quimera, pero divergen del segundo grupo en cuanto estiman que el crecimiento económico sostenido por sí mismo no es suficiente, pues se requiere adicionalmente, en forma fundamental y prioritaria, partir de un cambio de mentalidad y de paradigma social de la sociedad peruana que acompañe ese proceso en el tiempo, con carácter sostenible, sin regresiones.
Dicho cambio de mentalidad y paradigma social requiere que la sociedad en su conjunto adecúe sus normas de comportamiento, sus sistemas de valores, su desarrollo cultural y su accionar en lo político y en lo económico a criterios sociales inclusivos y solidarios; que comparta con amor y orgullo una visión única de nación, y tenga para ello una lectura clara y precisa de las fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas que el Perú tiene para poder para potenciarlas, aprovecharlas, superarlas, neutralizarlas, respectivamente, con eficiencia.
Al ser el hombre el actor de su destino, la dimensión social es primus inter pares, es decir, la primera entre iguales, con relación a las otras 3 dimensiones ya referidas. Lo señalado no significa que la dimensión social sea la única dimensión que hay que trabajar. Las otras 3 también son importantes, y las 4 deben estar articuladas entre sí para conjuntamente planificar estratégicamente el modelo de país desarrollado y democrático que se desea, pero si requiere un mayor énfasis y prioridad en su atención.
En la dimensión social del Perú se da la falta de una identidad nacional sólida, niveles altos de desigualdad y discriminación social, débil civismo y desafección ciudadana con los valores democráticos, numerosos conflictos sociales irresueltos, baja conectividad del país, alto nivel de desempleo e informalidad, pobre dotación de los sistemas de educación y salud, niveles bajos de educación, agravamiento sanitario producto del COVID 19 y amplios sectores con niveles de pobreza y pobreza extrema, solo para citar los más relevantes, agravada por las debilidades en las otras 3 dimensiones:
En la dimensión institucional: instituciones débiles, partidos políticos no representativos, gestión pública ineficiente y desarticulada, corrupción estructural, impunidad, inseguridad ciudadana, precario sistema de justicia y de respeto a la propiedad.
En la dimensión territorial ambiental: territorio geográficamente desarticulado, proceso de regionalización ineficiente, ausencia del estado en vastas zonas territoriales de la sierra y selva, inadecuada protección de los ecosistemas, deforestación de la Amazonía, falta de medidas de prevención o mitigación ante el cambio climático.
En la dimensión económica: pobres servicios públicos, pobre infraestructura pública, ineficiente gasto e inversión pública, regulaciones anacrónicas, niveles altos de informalidad, alta evasión tributaria, bajos niveles de competitividad y productividad, pobre inversión en ciencia, tecnología e innovación, exportación de productos primarios con escaso valor agregado.
¿Qué se debe hacer en el contexto descrito para generar el cambio de mentalidad y paradigma que permita a la población peruana, en el transcurso del tiempo, disfrutar de un alto estándar de vida y tener una población con un fuerte sentido de identidad nacional, comprometida con el cambio social, con el criterio de solidaridad e inclusión?
La respuesta es obvia. Es necesario trabajar el problema desde dos vertientes. Una, el ciudadano, y la otra, las herramientas que permitirán ese cambio. Ello debe ser reflejado en el Planeamiento Estratégico articulado del Perú con una visión prospectiva de futuro debidamente articulada desde su formulación, planeamiento, planificación, ejecución, monitoreo, seguimiento y evaluación
En la primera vertiente se debe priorizar la inversión pública orientada a sentar las bases para el cambio de mentalidad y paradigma social que la sociedad peruana necesita, poniéndole énfasis a la inversión en la educación de buena calidad, salud, agua potable, saneamiento, alimentación, cultura y deporte de acceso para todos, y en desarrollo de ciencia, tecnología e innovación, en todas sus manifestaciones, como pilares del cambio social. Es fundamental fortalecer en paralelo, la identidad nacional del ciudadano con sentimientos de amor. Solo una sociedad comprometida con el cambio es capaz de lograr grandes resultados. Ejemplo de ello son países como Singapur e Irlanda que, dentro de sus propias realidades sociales y económicas, lograron dar el salto y ser países desarrollados.
En la segunda vertiente, la inversión en las herramientas que permitirán el cambio debe canalizarse en el aprovechamiento sostenible y ambiental de los recursos naturales, la industrialización inclusive y sostenible con una visión de futuro apoyada en infraestructuras resilientes y la innovación
El líder político que trabaje ambas vertientes en paralelo y con los pesos adecuados marcará la diferencia y tendrá la oportunidad de sentar bases sólidas para que finalmente el Perú encamine a ser un país desarrollado democrático. Ello es posible, solo se requiere, decisión y acción de sus ciudadanos.
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