Esta antigua frase aludía a la tutía (del árabe tutiya), una medicina para los ojos, y significa que no hay remedio. Con un nuevo Gobierno, ¿es tanto así?
Antecedentes
Para el 2020, el Banco Central Argentino proyecta un crecimiento de -1,6% y recientemente la OCDE ha previsto -2%. Ya, en 2019, Argentina había tenido a nivel global la tercera mayor inflación (58,3%) y la sétima mayor recesión (3,1%).
Este es el resultado de 90 años de intervencionismo y proteccionismo, que llevaron a este país a períodos críticos que limitaron su potencial. Asimismo, Argentina cerró el 2019 con un desempleo mayor a 10% y una pobreza mayor a 40%; además su déficit fiscal fue 3,9% del PBI y su endeudamiento, sumando los últimos desembolsos de octubre y diciembre, fue 90% del PBI.
Diciembre y enero: Primeras medidas económicas
Para reducir el déficit fiscal, se puso 30% de impuesto a la compra de moneda extranjera y se elevó las tasas de los impuestos a la exportación, automóviles, motos y lanchas, cheques, bienes personales y contribuciones patronales.
Para elevar el ingreso personal, se aprobó tarjeta de alimentos y asignación por hijo, así como bono para jubilados y aumento a los trabajadores privados.
Para controlar la inflación, se congeló las tarifas de servicios públicos y transporte, y medicamentos (además de bajar 8% su precio), se frenó un alza en combustibles y se elaboró una lista de precios cuidados con 310 productos.
Febrero y marzo: Crisis de la deuda y expansión del COVID-19
La deuda es insostenible, y se planteó 31 de marzo como límite para renegociarla con acreedores públicos y privados y organismos internacionales (sobre todo, el FMI). Por lo pronto, se autorizó a restructurar deuda por US$ 68,842 millones, dejando de lado US$ 44,000 millones del último tramo de desembolsos del FMI.
A este panorama, debemos sumar los primeros efectos económicos del COVID-19 (Argentina tiene 19 casos y 1 fallecido), pues ya se redujo las exportaciones a China, llegada de turistas al país y los ingresos por la venta de petróleo. Y a esto, se suman las amenazas del campo (molesto por la carga impositiva) y del real brasileño (cuya depreciación presiona al peso). En conclusión, una suma de problemas que motiva la pregunta si no hay tutía (“si no hay remedio”).
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