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César Ferradas / ¿Es la ética rentable? (1 de 2)

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Durante mucho tiempo, existe la creencia muy difundida de que la conducta ética no es rentable. El ocuparse de aspectos deontológicos tales como la responsabilidad social, la comunidad vinculada (stakeholders) y el bienestar nacional, no es tema que concierne a los empresarios; sino mas bien a los políticos o al estado. Ya en 1970 Milton Friedman consideraba que “la única obligación social de las empresas es la de maximizar sus beneficios”.


Es así, que se considera a los temas éticos como un gasto innecesario y de muy dudosa recuperación económica, sin darse cuenta de que pueden convertirse en una inversión muy redituable no solamente en el largo plazo sino también en un cercanísimo-futuro-inmediato.


Esta percepción se podría explicar porque se han conceptualizado a los temas éticos únicamente como algo muy etéreo y poco aterrizado, que tiene mas bien que ver con el comportamiento organizacional, las actitudes laborales o las normas de conducta dentro de la organización; fomentados y regidos por códigos de ética, compromisos organizacionales, manuales de conducta ética, promoción de valores y principios, con su respectivos correlato de sanciones administrativas que buscan corregir los incumplimientos a las normas establecidas.


Esta visión burocrática de la ética empresarial no sólo es limitante sino intrascendente y sin ningún resultado positivo. Los valores se adquieren en la infancia, durante los primeros cuatro años de vida y se consolidan hasta los doce años, según lo confirma la educadora MA. Susana Díaz Tang. Más allá de esta edad es imposible inculcar, propiciar o modificar comportamientos éticos. Es así que muchas “campañas” publicitarias para reforzar estos valores, caigan en saco roto y no produzcan los cambios que aspiran, sobre todo en épocas tan descreídas como la actual.


No trataré de devaluar los intentos serios y bien intencionados de algunas organizaciones, porque conozco a los promotores que los impulsan, pero recordemos que de buenas intenciones esta empedrado el infierno. De otro lado, sin embargo, queda abierta la posibilidad de muchos otros, que se suben al despliegue publicitario, lo hagan solamente por proyectar una imagen corporativa de “buenos ciudadanos” o por lo que llamamos el “marketing cosmético”. En todo caso promover valores de esta forma es un gasto casi inútil y poco productivo.


Entonces, la pregunta que debemos asumir es cuestionarnos en analizar como es posible plasmar un comportamiento ético en las organizaciones. ¿Como sería factible conciliar la ética con la productividad y la rentabilidad para llegarla a convertir en una verdadera ventaja competitiva? Aventuro una respuesta con beneficio de análisis posteriores. Creo que “la conducta ética de una organización puede medirse por la calidad del producto, bien o servicio, que ofrece al mercado.” Es decir, si éste cumple con las expectativas de los clientes o los beneficios ofrecidos por el productor, tanto en calidad, cantidad, oportunidad, precio, servicios colaterales, ausencia de daños, etc. Es decir, bíblicamente hablando, que por sus “frutos los conoceréis”


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