“Elegir la carrera idónea nunca debió ser una cuestión de suerte o moda; ni mucho menos, como se estila ahora, un resultado de las necesidades del mercado laboral”
La elección del oficio, ocupación o carrera trató de ser siempre un resultado de un análisis profundo y exhaustivo de las cualidades, habilidades o características intrínsecas de cada persona. Una introspección individual, única, en busca de la esencia de las inclinaciones de cada cual. Saber quienes somos, conocernos integralmente a nosotros mismos es la clave - para trazar nuestros derroteros, definir nuestras metas- es el punto de partida para que nuestros sueños puedan convertirse en realidades concretas compatibles con nuestro “ser y hacer” más íntimo.
Parafraseando a Madame Rosa Bertin quien dijo que “lo único nuevo es lo que hemos olvidado” valdría la pena poner de “MODA” aquello que fue una verdad de Perogrullo no muchas décadas atrás y que quizás algunos antiguos y buenos educadores aún recuerden. Nuestros abuelos solían aconsejar, no sin un poco de sorna, que “quien encuentra una ocupación que le gusta, no ´trabajará´ un solo día de su vida.”
Es que el trabajo desligado de las preferencias personales conduce a tantos errores, equivocaciones e infelicidades que inclusive se han establecido -a modo de reducir las frustraciones - “nuevos paradigmas” que han deformado el sublime sentido que para el hombre tiene el orgullo y la satisfacción del trabajo bien logrado. Ejemplo de esta afirmación anterior pueden ilustrarse recordando sentencias populares tales como: “que el trabajo es tan malo que hasta pagan por hacerlo” u otra aún más nociva: “el vivo vive del tonto y el tonto de su trabajo”, para mencionar únicamente dos de ellas.
Así, al haber desviado entonces, nuestra atención de lo interno hacia el entorno para seguir modas exógenas, presiones y “corrientes de bienestar” muchas veces manipuladas por los “mercados laborales”; nuestras decisiones se ven influenciadas, (sino manipuladas) por factores contaminantes y cortoplacistas, que alejan de nuestro albedrío opciones más equilibradas y cercanas a las condiciones físicas, mentales y emocionales de cada ser humano.
Hace un tiempo, apareció en El Comercio -mediante su sondeo en Internet- una respuesta sorprendente sobre el tema que hoy nos ocupa. La pregunta fue: ¿Cuántos trabajos necesitó Usted para encontrar un empleo que le guste? y las respuestas negativas fueron abrumadoramente mayoritarias. Un 63% contestaron que “aún lo seguían buscando.”
Una persona que no esta haciendo lo que le gusta no puede desempeñarse adecuadamente y mucho menos ser altamente productivo a pesar de las técnicas de competitividad, calidad total, motivación, incentivos, castigos, etc. o demás parafernalia empresarial inventada para paliar o solucionar estos problemas.
Pienso que nos hemos olvidado de que el principal y único motivador (no manipulador), motor o fuerza impulsora de verdad es la reconciliación del individuo con su quehacer natural y que a este encuentro personal se le llama vocación. La vocación (del latín vocatio: acción de llamar), según el Diccionario de la Lengua Española; es “dedicarse a una cosa para la cual uno tiene disposición. Inclinación a cualquier estado, profesión o carrera. Inspiración divina con la cual se llama a un estado, especialmente religioso.”
En el futuro los jóvenes deberían echar un vistazo mas profundo a su mundo interior. En vez de estar deslumbrados, y casi enceguecidos, por los efecto-demostración de una sociedad cada vez mas confundida –por la espiral vertiginosa del conocimiento complejo - que esta avasallando la sencillez y simplicidad de la sabiduría congénita de la humanidad.
Talvez, esta propuesta no solucione los problemas sociales, pero al menos habría contribuido a la felicidad individual. Alguien me dijo una vez “que no pretendía cambiar al mundo, pero no iba a permitir que éste lo cambiase a él.”
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