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César Ferradas / ¿Cementerios académicos?


“Modificar una currícula académica es más difícil que mudar un cementerio” rezaba un “cartelito” en la oficina de un distinguido académico peruano. Talvez muchos colegas sonreirán al recordar cuan bien, esta frase, pinta de cuerpo entero a la mayoría de las instituciones educativas.


En muchas oportunidades se ha venido sugiriendo la necesidad de propiciar opciones creativas e innovadoras que originen los cambios que la modernización de la educación requiere. Sin embargo, es también importante estar conscientes de las barreras y obstáculos que deben enfrentarse en esta tarea. Recordemos que el camino hacia nuevas alternativas esta empedrado de obstinaciones, reticencias, amagues e hipocresías. Todos dirán que el cambio es necesario y que están de acuerdo. Pero, del dicho al hecho.


Joel Arthur Barker -un futurólogo- sostiene que uno de los principales escollos reside en lo que él denomina “parálisis paradigmática”. Tenemos tantos y tan arraigados paradigmas que nos es difícil cuestionarlos. Ya sea porque proporcionan seguridad y un punto de referencia para actuar sin temor, o porque creemos que no es necesario modificarlos si han probado tener éxito en el pasado.


Tales tipos de razonamiento (Peter Drucker los llama: miopía gerencial) llevaron, por ejemplo, a que los Suizos -líderes en la fabricación de relojes- no aceptaran el nuevo reloj de cuarzo que sus técnicos inventaron en sus propios laboratorios. ¿Porque los Suizos no lo “vieron.”? Porque no se ajustaba a su paradigma. No tenía cojinetes, áncoras, engranajes, rubíes, etc. No podía ser el nuevo paradigma relojero.

Los Japoneses “pasaron, vieron y lo produjeron.” Ahora son ellos los líderes del mercado y lo demás es historia. El corolario, según Barker, es: “No importa cuanta experiencia o éxito se tenga en el pasado, cuando un paradigma cambia todos vuelven a cero.”


Pensemos ahora en un claustro académico sin aulas, sin profesores que enseñan, con una biblioteca sin libros o un laboratorio sin computadoras. Inclusive, podríamos ir más lejos e imaginarlo, sin ambiente físico, sin local, sin infraestructura. Un sistema -unio mystica - donde los alumnos “aprenden” y los maestros “muestran.” ¿Podría ser éste el nuevo paradigma educativo del futuro?


El “cuestionamiento” que permite ir más allá de una convención tradicional, a buscar la esencia de un proceso, es formulado por Barker mediante la siguiente pregunta: “¿Qué es lo que es parece imposible de hacer ahora, pero que de lograrse cambiaría drásticamente la forma de hacer las cosas?”


Otro obstáculo podría ser un principio muy aceptado del marketing contemporáneo: “El cliente siempre tiene la razón.” Podría ser verdad (y no lo discutimos a pesar de las dudas) en el consumo masivo de bienes. Pero en algunos otros servicios es difícil digerirlo. Pensemos en un abogado dando la razón a un cliente equivocado. O a un consejero avalando una decisión errónea. O a un alumno indicando cual debe ser el contenido académico y la metodología pedagógica de una asignatura. O a un paciente exigiendo al médico determinada terapia y medicina.


Una tercera dificultad parece ser la falta de consenso de la organización con la visión institucional. Baker -de nuevo- señala que sólo una comunidad visionaria puede aglutinar la sinergía necesaria para alcanzar los objetivos propuestos. Una comunidad visionaria que se forma alrededor de una visión -alentadora y positiva, amplia y detallada- formulada por un líder, la cual es compartida y apoyada por el grupo. En este sentido, él nos recuerda dos axiomas fundamentales: “Una visión sin acción, es un sueño.” y que “Una acción sin visión de futuro, carece de sentido”.


Parece ser difícil tarea -pero no imposible- el emprender el cambio. Muchas organizaciones lo han logrado y han sobrevivido. Aquellas que no lo hicieron, y se aferraron a sus viejos paradigmas y productos, adornan los libros de historia y los museos. La educación, la academia, el Universitas Litterarum tienen hoy esta oportunidad. O re-descubrimos lo que hemos olvidado, parafraseando a Rose Bertin, o el futuro (que ya está acá) inexorablemente nos relegará a un incómodo asiento en el pasado.


Al salir de la oficina del académico mencionado otro “letrerito" nos despide: “El desarrollo y el cambio curricular es directamente proporcional a la tasa de mortalidad de sus académicos.”


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