Tal vez el meollo del asunto sea el sambenito de los títulos o grados: “A (en) Nombre de la Nación”, ya comentado en artículos anteriores, que aún prolifera como rezago colonialista. En las sociedades más industrializadas y prestigiosas las academias emiten los títulos o grados a nombre de sus instituciones únicamente. ¿Qué prefiere Ud. un graduado de las mejores universidades del “Ivy League” (6) norteamericano no reconocidas en El Perú o aquellas “fedateadas” y “con valor oficial”?
Conocimiento más que reconocimiento. Bienvenidas si van juntas, pero reconocer sin conocer no tiene más validez que una patente de corso momentánea, ya que la competencia en la vida real los expulsa del sistema. Cuantos “taxistas” u otros “recurseros” (unos buenos, la mayoría malos) pululan a nuestro alrededor por su incapacidad de conseguir y mantener una ocupación decente o gestar un emprendimiento de éxito.
Como un corolario, de la misma instrucción deficiente en lo empresarial, se refleja en la pésima administración de las universidades. En la vida práctica es muy difícil que un académico tenga condiciones y características empresariales para manejar instituciones sumamente complejas, no sólo por el sentido de autoridad compartida (“peer”), sino también por calidad de los miembros del claustro. Es necesario distinguir claramente al académico del gerente o empresario y dentro de aquellos al investigador, al docente y al consultor.
Ergo, las universidades deben ser manejadas como corporaciones empresariales sin claudicar de sus fines académicos ni sus valores éticos, por gerentes generales corporativos que mantengan organizaciones rentables, productivas, eficientes y auto sostenidas que generen utilidades reales. La distribución de ellas, en reinversión o distribución, corresponden a sus fines societarios.
Y si realmente queremos garantizar la diversidad y calidad del egresado o graduado, respetando las libertades académicas y societarias mencionadas, dejemos que estas universidades dentro de su albedrío y “modus faciendi”, creen sus propios contenidos y métodos académicos. Emitiendo sus títulos y grados a nombre propio y que el mercado sea quien los juzgue.
Y finalmente, si se requiere el respaldo del tan ansiado “A (en) nombre…” en el título, que la SUNEDU sea quien examine al postulante mediante el juzgamiento, por jurados calificados, de la defensa personal y en acto público de las tesis.
Recordemos, finalmente, que los “clientes” de la educación no son los alumnos o educandos. El verdadero receptor del producto educativo son las empresas y la sociedad. Dejemos que unos y otros definan la calidad de los graduados y no organismos estatales o paraestatales plausibles de distorsionar los fines para los cuales fueron creados y convertirlos en armas de sujeción a intereses políticos o económicos, sobre todo en regímenes totalitarios o “pseudo democráticos”.
Una modificación de la ley de la educación actual que distinga estas características y proteja estas libertades sería suficiente. Dejemos que las acreditaciones se reflejen en la calidad y los valores morales de los graduados. Por sus frutos los conoceréis.
Referencias
(6) Ivy League Liga Ivy o Liga de la Hiedra, Consorcio de universidades privadas USA..
Comments