Este tema de la informalidad y su formalización, que ha generado tan enjundiosos y luengos debates es realmente de muy fácil solución. Y no se trata tanto de reducir los trámites, tiempos y costos requeridos para la formalización de las actividades informales sino más bien de convertir a la informalidad en una actividad formal.
Para este efecto, bastaría promulgar una ley que le otorgue este reconocimiento, ya que esta medida tornaría “legal” una situación que considerándola “ilegitima” -Verna, 1991- la hemos marginado. Una actividad que convive a nuestras espaldas o haciéndonos de la vista gorda; y que además representa cerca del 60% de la actividad empresarial nacional.
Durante algún tiempo he venido observando, estudiando y difundiendo entre mis alumnos y algunos “empresaurios”, ya sea a través de clases o charlas, el asombroso éxito que han tenido empresas que, empezando sin ningún o muy pocos recursos, han tenido un extraordinario desempeño en muy corto tiempo.
Citaba, por ejemplo, con admiración, el desarrollo de Topy Top. Empresa iniciada por Don Aquilino Flores, en una época en que no era aún Don y en todo caso era mucho más Aquilino que Flores. De vendedor ambulante a flamante empresario dueño de la primera empresa peruana de exportación de confecciones textiles a la vuelta de 25 años.
Otro ejemplo citado era, por supuesto, Kola Real. Una empresa de bebidas que no sólo expandió el mercado de gaseosas en el Perú, conquistando una importante participación en el mismo; sino también una presencia más allá de nuestras fronteras y que ahora se da el lujo de desafiar a los “pesos pesados” de la industria a nivel mundial. Y es que su sueño es ser más grande que Coca Cola a nivel mundial.
Altomayo, iniciado por la familia Huancaruna Perales, que en menos de 20 años han pasado de recolectores campesinos a gestar un imperio económico del café, es otra buena ilustración de lo que una informalidad temprana puede facilitar. También comentaba sobre otros casos, tales como Santa Natura de Janet Enmanuel o Bionaturista de Blas Silva, que han podido gestar extraordinarios negocios -a base de explotar nuestras ventajas comparativas en productos de medicina tradicional- para transformarlas en ventajas competitivas reales que se han convertido en una alternativa altamente viable a las, “non sanctas” drogas modernas.
Mis comentarios comparaban las recomendaciones teóricas tradicionales con las condiciones reales que estos casos habían tenido que enfrentar. Por ejemplo, argumentaba que, si Aquilino hubiera empleado el tan famoso FODA (fortalezas, oportunidades, debilidades, amenazas) para hacer su análisis estratégico, aún sería un vendedor ambulante. Imagínese Usted que fortalezas podríamos haberle adjudicado si más bien reunía todas las debilidades imaginables.
Si los Añaños no hubieran reconocido oportunidades donde otros solamente veían los riesgos del terrorismo, la inflación y el desgobierno de entonces, y si no hubieran tenido el coraje, la inteligencia y la pasión necesaria para enfrentar las amenazas, estarían hoy incorporados a los “exes” de expropiados o expoliados ya sea por gobiernos o subversivos.Argumentos de este género trataban de subrayar la importancia que tiene el individuo –mediante una visión creativa, el liderazgo, los valores y el trabajo arduo– para constituirse en el elemento esencial que conduce al éxito empresarial y personal.
Pero también descubrí, analizando estas realidades, un hecho, una observación muy sencilla y que realmente saltaba a la vista, lo que se puede llamar una verdad de Perogrullo: “Todos ellos habían empezado sus actividades como INFORMALES”. Su formalización se realizó posteriormente cuando ya habían cimentado y consolidado su desarrollo empresarial.
¿Sería esta condición de informalidad inicial el factor catalizador, la fuerza impulsora o más bien el caldo de cultivo adecuado para brindar, durante el nacimiento de una empresa, las condiciones favorables para la germinación de una idea, convertirla en un proyecto embrionable y trasformarla finalmente en una realidad palpable?
Si llegáramos a probar esta hipótesis, que la informalidad inicial favorece el emprendimiento -postulada ahora en forma empírica como fruto de la observación y algo de sentido común- y validándola mediante la investigación científica, podríamos aportar una alternativa interesante para promover y fomentar el “empresariazgo”.
Es decir, se podría gestar una Informalidad Temprana Formal (ITF menos agresivo y más inspirador), por lo menos en las etapas iniciales (un período de gracia) que sin las trabas, coimas y tropiezos de una inclemente persecución y amedrentamiento de corte policíaco, generaría una verdadera dinámica para lograr que el tan voceado emprendimiento, se convierta en una promisoria realidad y no sea liquidado en las primeras etapas de gestación empresarial por las abortivas prácticas del control gubernamental.
Si ya, desde hace tres décadas, Iván Rivera, ex ministro de industrias del gobierno del presidente Belaúnde nos decía que “al peruano hay que dejarlo solito, dejarlo trabajar, que él sabrá como tener éxito y salir adelante.” Que era otra forma de presentar la idea de una necesaria informalidad, por lo menos como una transición temporal, en las etapas de creación, introducción y crecimiento empresarial.
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