Si acudimos al diccionario para tratar de definir el concepto de liderazgo, nos dirá que es la calidad proveniente del líder, definiéndolo -a su vez- como el individuo que dirige, guía, conduce a un grupo humano al cumplimiento de ciertas empresas o tareas.
Si, por otra parte, acudimos al “vox populi” éste -en general- nos definirá al líder como aquel que tiene seguidores, que es admirado por su poder, su fuerza y sus convicciones, amén de una enorme energía y tozudez para llevar a cabo sus propósitos.
Gran mayoría de tratados, artículos, escritos y teorías sobre liderazgo resaltan las principales características que un líder debe poseer. El común denominador de estas perspectivas es aquella que lo presenta como una persona de éxito, con simpatía, influencia y poder.
Algunos otros piensan, en todo caso, que el líder debe ser un paradigma del comportamiento que predique con el ejemplo. Con una personalidad magnética y carismática, autoritaria, capaz de imponer la fuerza arrolladora de su espíritu -verdadera condición del carisma- sobre los otros individuos. Weber (1) entiende el carisma como una “cualidad extraordinaria relacionada con valores sobrehumanos de los individuos.”
Muy pocos creemos que en las condiciones anteriores se están reseñando aquellas características inherentes, no a los líderes, si no mas bien a los caciques o jefes tribales sean estos antiguos monarcas, zares, señores feudales o aquellos mas modernos tales como los directores, ejecutivos, gerentes o hasta políticos y presidentes.
No se mencionan aspectos fundamentales como el autoconocimiento que “en el mundo antiguo, se elevó a menudo a un estado metafísico y se idealizaba como una fusión con la razón superior y divina”. (2) –Siendo este, el punto de partida insustituible del encuentro personal- que lleva a la autodeterminación y entrega total al camino personal, individual y diferencial de los seres humanos. Al encuentro de esa individualidad diferente que nos hace iguales.
Aquella persona cuyo autoconocimiento le permite descubrir en si mismo -con lucidez y claridad meridiana- a su verdadero ser y hacer; no sólo encuentra el camino a seguir sin hesitaciones, sino también la fuerza y la convicción plena para lograrlo a plenitud. Autoconocimiento que proporciona la paz interior y exterior, la templanza, la alegría, la felicidad permanente y el sentido pleno de vivir. Esa armonía aún en desacuerdo. Ese encuentro del inconsciente colectivo, que nos hermana y aglutina. Ese inconsciente colectivo de Jung (3), quien como epílogo de su Libro rojo escribió, dos años antes de su muerte en 1959, "Para el lector superficial, esta obra se parecerá a la locura".
Desarrolla además un sentido carismático genuino, un poder de seducción, inspiración y motivación (no manipulación) de todos aquellos que le rodean, porque puede sentir y percibir como propias sus necesidades y anhelos más profundos: la verdadera empatía entendida como la “intención de comprender los sentimientos y emociones, intentando experimentar de forma objetiva y racional lo que siente otro individuo” (4). Desarrolla también un responsable sentido de rectitud y ética. Profundos principios morales y alta valoración de los mismos. Se aleja del conocimiento para encontarse con la verdad de la sabiduría.
Sabio, humilde, silente, nadie sabe dónde está, pero todo lo puede y lo consigue con la fuerza de su amor personal proyectado a nivel planetario. Liderazgo silencioso. No predica, no enseña, no muestra caminos, ni menos marca senderos. No es ni siquiera un ejemplo a seguir. “Quien sigue a alguien, no será nunca como él, ni como el mismo” como sostenía Hesse (5). Finalmente, el verdadero líder sabe y cree que, si bien todo esta permitido para aquel que realmente se encontró a si mismo, nada debe hacerse en exceso. Ni siquiera el bien.
Un segundo tema de reflexión, corolario del anterior, es que ¿si realmente se puede formar lideres en escuelas de liderazgo?, ya que, muchas veces sólo imparten remedo de actitudes externas (de forma, más que de fondo) tratando únicamente de copiar estereotipos del comportamiento de personas de éxito, para parecer y hacernos creer que somos lideres.
¿No será que, como dicen los hípicos, el “pura sangre nace, no se hace”? Talvez, valdría reflexionar sobre, la misión “educativa” de estas escuelas de liderazgo y preguntarnos si tan sólo deben tener como misión el ser: Una oportunidad plena que propicie el desarrollo individual ofreciendo los estímulos y los medios para lograrlo.
Hace algún tiempo escuche (de autor anónimo) que “creerse Dios es soberbia, pero serlo es humildad” y muchos “líderes” tienen un endemoniado complejo mesiánico.
Referencias
(1) Deusdad, Blanca. El concepto de liderazgo político carismático: Populismo e identidades. Departamento de Teoría Sociológica Universidad de Barcelona. Barcelona-España.
(2) Fröhlich, Bettina. Universidad Humboldt en Berlín. investigacionyciencia.es› revistas › quin-soy-744
(3) Tibble, Christopher. El gran viaje al inconsciente: el ‘Libro rojo’ de C. G. Jung. revistaarcadia.com/
(4) Empatia, significados.com/empatia/
(5) psicoactiva.com/blog/frases-hermann-hesse/
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